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3.7 Un niño en brazos del Padre

Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre; como un niño saciado así está mi alma dentro de mí.
- Salmo 131, 2

Confianza en la dificultad Ante una situación de gran dificultad en nuestra vida muchas veces decimos: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza (Salmo 22, 2). Pensamos que Dios nos ha abandonado, que no está ya con nosotros, y que no nos cuida. Pero eso nos pasa porque nos miramos a nosotros mismos, y miramos nuestros problemas y el sufrimiento que nos generan: huimos de la cruz. No miramos a Dios, su amor y su poder; porque si lo hiciéramos, veríamos su inmenso amor y el hecho de que Él está siempre con nosotros: veríamos que Dios hace esa cruz gloriosa.

Incluso cuando Israel se apartaba de Dios y hacía el mal, Dios no tenía más que amor para ellos: Mi pueblo está sujeto a su apostasía. También claman hacia lo alto pero el ídolo no puede salvarlos. ¿Cómo podría abandonarte, Efraín, entregarte, Israel? ¿Podría entregarte, como a Admá, tratarte como a Seboín? Mi corazón está perturbado, se conmueven mis entrañas. No actuaré en el ardor de mi cólera, no volveré a destruir a Efraín, porque yo soy Dios, y no hombre; santo en medio de vosotros, y no me dejo llevar por la ira (Oseas 11, 7-9). Efectivamente, Dios no los abandonaba, sino que los corregía para que volvieran a Él y vieran su amor por ellos. Y contigo hace lo mismo, y lo ha hecho hasta el extremo de entregar a su Hijo en la cruz. ¡Ha dado su vida por ti!

¿Y aún crees que no te cuida? ¡Claro que lo hace! Porque no ha sentido desprecio ni repugnancia hacia el pobre desgraciado; no le ha escondido su rostro: cuando pidió auxilio, lo escuchó (Salmo 22, 25). Él es Dios, y nada es imposible para Él. Por otra parte, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio (Romanos 8, 28). ¡Dios trabaja por tu bien! Por eso, cuando estés en una situación difícil y dolorosa, deja de mirarte a ti y mira a Dios. Llénate de su amor y confía en su misericordia. Ten siempre presente que el mal más grande e inevitable con el que te vas a enfrentar, la muerte, ya ha sido vencida por Él a través de la redención de Jesucristo, regalándote la vida eterna. ¡No tienes nada que temer!

Descansa en Dios ¿Te han mirado mal? Descansa en Dios, sirve para tu bien. ¿Te han insultado? Descansa en Dios, sirve para tu bien. ¿Murmuran a tus espaldas? Descansa en Dios, sirve para tu bien. ¿Te han difamado? Descansa en Dios, sirve para tu bien. ¿Te han perjudicado económicamente? Descansa en Dios, sirve para tu bien, pues mirad los pájaros del cielo: no siembran ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? (Mateo 6, 26). ¿Te han hecho llorar? Descansa en Dios, pues bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados (Mateo 5, 5). ¿Se ha muerto un ser querido? Descansa en Dios, y tú, sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos (Mateo 8, 22b). ¿Te han hecho una injusticia? Descansa en Dios, sirve para tu bien. ¿Te han agredido? Descansa en Dios, sirve para tu bien. ¿Te persiguen por Cristo? Descansa en Dios, y alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros (Mateo 5, 12). ¿Vas a morir por Cristo? Descansa en Dios, arrepiéntete por amor a Él de todos tus pecados, y alégrate: tuyo es el cielo, porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará (Marcos 8, 35).

¿Y esto, cómo se hace? Por supuesto, es imposible para nosotros, pero no para Dios, porque para Dios nada hay imposible (Lucas 1, 37). Y todo esto no significa apoyar por omisión el mal; significa trabajar por el bien y dejar que Dios haga justicia por ti ante las injusticias que sufras. Significa vivir confiado, como un niño en brazos de su padre, como canta David diciendo: Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre; como un niño saciado así está mi alma dentro de mí (Salmo 131, 2). Porque si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos (Mateo 18, 3b). Y este es uno de los muchos propósitos que tienen estas situaciones: nos hacen humildes. Nos dicen que nosotros “no somos”, que no podemos controlar ni asegurar nada. Pero sobre eso nos dicen que Dios “sí es”, y que Él tiene poder para sacar vida de la muerte. ¡Y que nos ama! Nos invitan a poner nuestra confianza en Él, sabiendo, como Cristo lo supo, que no quedaremos defraudados.

La Voluntad de Dios La Voluntad de Dios es sin duda la mejor, porque Él te ama, quiere tu Salvación, y conoce mucho mejor que tú la realidad de las cosas y a tu propia persona. Cuanto dista el cielo de la tierra, así distan mis caminos de los vuestros, y mis planes de vuestros planes (Isaías 55, 9). Por eso, un cristiano está llamado a vivir según la Voluntad de Dios, y a no forzar en Dios su propia voluntad. Recuerda que, como cristiano, tienes de tu parte a Dios, que es el más sabio, el más fuerte, el más bueno y el que más te ama y respeta. ¡Tienes la victoria de tu parte! Por eso, no dudes en hacer tú la Voluntad de Dios. Por otra parte, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio (Romanos 8, 28). Y Jesús nos ha dado ejemplo de ello con su vida. Él, sabiendo que iban a apresarlo y matarlo, angustiado por el sufrimiento humano que ello traía, sudó sangre y pidió a su Padre que pasara de largo ese momento. Pero sabiendo que la voluntad de su Padre es la mejor, su oración no terminó ahí. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo: «Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu voluntad» (Mateo 26, 42). Y no pasó esa copa y murió, porque era necesario. Pero Dios lo amaba y estaba de su parte, y por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre (Filipenses 2, 9). ¡Dios lo resucitó y lo elevó a lo alto de los cielos!

Lo mismo ocurrió con María que, ante el anuncio del ángel, no consideró todos los peligros que supondría quedarse embarazada sin un hombre en una sociedad en que la pena por ello era ser apedreada. María contestó: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró (Lucas 1, 38). Pero Dios siempre sale vencedor, y apareciéndose en sueños a José, ayudó a María. Dios, a través de su Voluntad aceptada por ambos, dio a María la mayor de las gracias y palió en gran medida los sufrimientos que ello le causaría. ¡Porque Dios la amaba!

Pero... ¿Y al resto de cristianos? ¿Y a ti? ¡Dios también nos ama! Por eso, según Jesús nos enseñó, rezamos: Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo (Mateo 6, 10). Jesús mismo nos demostró que la Voluntad de Dios es lo mejor que podemos hacer en nuestra vida. Y hay muchas personas que, a través de su experiencia de vida, han comprobado de primera mano que la Voluntad de Dios, aunque no coincida con la que nosotros queremos o deseamos, es con mucho lo mejor. Por eso, descansa en Dios, y no dudes que su Voluntad es la mejor para ti, porque... ¡Dios te ama! ¡Vive como un niño en brazos de su Padre!

Práctica Santa Teresa de Lisieux fue una de las santas que vivieron como un niño en brazos de su amado Padre. Y como todos los niños inocentes, esta Santa es un espejo claro donde, si nos miramos, veremos nuestras miserias y la necesidad que tenemos de volver a Dios y dejarnos amar por Él. Su libro “Historia de un Alma” es un relato maravilloso de lo que significa vivir confiado en los brazos del Padre: vivir como un verdadero cristiano. Por ello, es fundamental leerlo con el corazón dispuesto, pues vamos a asomarnos al interior de un alma pura, que ha revelado para nuestro bien sus pensamientos y sentimientos más profundos. Pidamos a Dios la gracia de vivir confiados en Él y de tener un corazón limpio como el que tenía Santa Teresa de Lisieux, pues bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mateo 5, 8). ¡Y Dios es Amor!

Leer el libro ”Historia de un Alma”

Comentarios

Diego Fernando Puerta(26-05-2024)
Gracias por tan relevante inspiración. Espero, por obra y gracia del Espíritu Santo, que Dios me conceda espíritu de humildad, espíritu de sencillez, con inocencia, expresando siempre la verdad, descansando en el pecho del Señor Jesucristo, y esperando cumplir los buenos deseos que Jesús nos quiera enseñar.
Nos alegramos de ello. ¡Unidos en oración! La paz
Miguel A. Lopez(24-07-2021)
Exelente.
En tal caso, demos gracias a Dios.
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