El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo.- Juan 1, 9
Introducción Pese a ser evidente que Dios es bueno quizás dudamos de que sea el Dios que nos enseña la Fe católica. No deberíamos: existen muchos argumentos que apuntan directamente a la veracidad del cristianismo y, por tanto, a su concepción de un Dios bueno. Y esto es así fundamentalmente porque el cristianismo habla de la Revelación de Dios, es decir, de que es el propio Dios bueno que rige el universo el que ha venido al mundo para que lo conozcamos. En este caso vamos a dar un breve esbozo de los siguientes argumentos sobre la existencia del Dios cristiano:
Argumento histórico El argumento histórico está sostenido sobre la investigación científica. Está documentado que en los primeros tiempos del cristianismo se difundían ciertos hechos que perjudicaron claramente la aceptación y el avance del mismo como religión. Alguno de estos hechos son los siguientes:
Estos hechos no parecen haber sido inventados, pues no facilitan la expansión de la religión, es más, la dificultan considerablemente. La única explicación lógica es que se difundieran por el simple hecho de que fueran ciertos. Además, los historiadores -incluso los ateos- han determinado ciertos hechos históricos sobre su persona como incuestionables. Algunos de estos hechos son:
Si unimos todos estos hechos a los misterios científicos (como el de la sabana santa) que han llegado hasta nuestros días, llegamos a la conclusión de que lo dicho sobre Jesús es, en esencia, cierto y real. Y si esto es así únicamente podemos concluir que Jesús vino de parte de Dios, con el fin de hacer el bien. Así pues, el Dios bueno que existe es el cristiano.
Argumento de la incoherencia humana Este argumento corrobora la autenticidad de la revelación de Dios en el cristianismo, basándose en las motivaciones que tendría quien quisiera inventarse una religión: control y mantenimiento del poder, gestión de las riquezas, etc. De hecho, algunas religiones tienen bastante éxito en lograr estos objetivos desde su nacimiento, y basándose únicamente en su doctrina. Por supuesto, también puede crearse una religión con motivaciones buenas como buscar la justicia, la paz interior, el bien común, etc. Es lo que se conoce como “religiosidad natural”, que nace del deseo del hombre de conocer a Dios y de experimentar el bien.
Sin embargo, una religión cuya máxima sea “ama a tus enemigos”, no viene de ninguna motivación humana tanto buena (pues nos parece una tontería y no una bondad amar a los enemigos) como mala (pues no aporta beneficio alguno). Actuando así, ni se puede controlar a nadie, ni mantener ningún tipo de poder, ni se obtiene justicia directa como la entendemos a veces, etc. Así pues, hay que revelar que esta máxima es única y propia sólo del cristianismo, cuya doctrina no viene de hombres, pues los hombres no pueden ni quieren actuar de esa forma. Esto se prueba observando un poco la historia de la humanidad, donde los actos buenos (por ejemplo dar la vida para salvar a otro) se hacen por la gente buena, inocente, o con la que nos unen vínculos afectivos, y no por los que nos atacan. Otra cosa es lo que muchos siglos después hicieran las personas que estaban a cargo del cristianismo, pero sin duda en su núcleo fundamental se trata de una religión divina.
Argumento de la vida eterna Algunas críticas a un Dios bueno que hacen diversas personas versan sobre la existencia del infierno: «Dios no obliga a nadie a amarlo... pero si no lo amas te manda al infierno». Pues bien, tendrían toda la razón en muchas religiones, pero no en el cristianismo. La esencia del infierno en la visión del cristianismo, lejos de ser un lugar de tormento propio de las películas, es la cruda y dura separación de Dios. En efecto, el infierno se convierte en un lugar terrible al separarnos de Dios, que es el Bien, la Verdad y la Belleza. Sin embargo, si tú decides consciente y voluntariamente separarte de Dios... Él, porque te ama, lo respeta.
Estas personas defienden que bien podría existir un mundo completamente bueno y sin sufrimiento. Cierto es que no tendría libre albedrío a nivel moral, pero en última instancia es lo que el hombre desea. Este mundo, que es deseable, quitaría una parte fundamental de la libertad de los hombres, dando lugar a un mundo carente de amor: un mundo poco bueno. Una forma de solucionarlo es “dividir la vida” en dos etapas: una en el mundo presente (con libre albedrío moral para tomar una decisión sobre Dios y el Bien), y otra etapa donde una vez se ha elegido estar con (o sin) Dios, se pase a un mundo más bueno, pero sin esa libertad moral previa: el cielo cristiano. Dada que la primera fase es limitada en tiempo y la segunda eterna, el sufrimiento de este mundo quedaría ampliamente eclipsado. Esto vuelve a confirmar la bondad de Dios y, en este caso, el modelo de vida eterna cristiano frente a otros modelos (renacimiento, transmigración de almas, etc) que mermarían la bondad de Dios.
Argumento de los milagros Como cualquier persona bien informada sobre el tema sabe, el proceso de canonización de los Santos incluyen el estudio de dos milagros postmortem. La mayoría de estos milagros, aunque no todos, son referidos a curaciones y son supervisados por un comité teológico (por las cuestiones religiosas) y científico. Este comité científico tiene miembros de diversas universidades y con diferentes creencias (incluso ateos, por supuesto), y es diferente en cada caso. El argumento se basa en la existencia de milagros directamente obtenidos por una intercesión de una persona cristiana y difunta como prueba de la existencia de un Dios bueno y, por supuesto, cristiano. Y esos milagros no los determina la Iglesia sino un comité científico por unanimidad (que como se ha dicho, es variable para cada caso de estudio, y compuesto en parte por ateos, que no tienen motivos para mentir o engañar).
Argumento de la experiencia La diferencia fundamental del cristianismo (y quizás el Judaísmo) con otras religiones es que se basa en la experiencia y no en la aceptación de reglas y normas morales de forma ciega (esto sería una mera consecuencia de la experiencia previa). Así pues, los cristianos afirman conocer a Dios personalmente, que se manifiesta en su vida diaria actuando para su bien. Aunque ciertamente esta afirmación requiere de convicción, también requiere de pruebas (aunque en algunos casos sean mínimas). Es decir, como dicen varios Papas y Obispos, requiere de “un encuentro personal con Dios”.
Este argumento, por supuesto, es subjetivo, pero con diferencia es el más poderoso de todos (si se tiene dicha experiencia), y le da a uno la certeza de la existencia de Dios, de su bondad y de su amor. Esto es una fuente principal de conversiones, santos y mártires que se han dado y se darán históricamente. Sin embargo, es también un poderoso argumento para los que no han tenido esta experiencia, pues es improbable que tanta gente esté equivocada. Por poner un ejemplo, si estás en una plaza y muchas personas te dicen que hay un famoso en ella, pero tú no lo ves por la multitud de gente que hay... ¿Existirá o no ese famoso? ¿Estará ahí o no? Lo lógico es pensar que sí. De igual manera, lo más lógico es pensar que Dios existe y que es el Dios cristiano, pues la gran mayoría de cristianos comprometidos han tenido una experiencia de Él. Esto, por cierto, no se da en otras religiones, que se basan en normas u otros principios.
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