Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.- 1 Corintios 11, 26
La Eucaristía en los inicios «El día que se llama día del sol tiene lugar la reunión en un mismo sitio de todos los que habitan en la ciudad o en el campo. Se leen las memorias de los Apóstoles y los escritos de los profetas, tanto tiempo como es posible. Cuando el lector ha terminado, el que preside toma la palabra para incitar y exhortar a la imitación de tan bellas cosas. Luego nos levantamos todos juntos y oramos por nosotros [...] a fin de que seamos hallados justos en nuestra vida y nuestras acciones y seamos fieles a los mandamientos para alcanzar así la salvación eterna. Cuando termina esta oración nos besamos unos a otros. Luego se lleva al que preside a los hermanos pan y una copa de agua y de vino mezclados. El presidente los toma y eleva alabanza y gloria al Padre del universo, por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo y da gracias largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones. Cuando terminan las oraciones y las acciones de gracias, todo el pueblo presente pronuncia una aclamación diciendo: Amén. [...] Cuando el que preside ha hecho la acción de gracias y el pueblo le ha respondido, los que entre nosotros se llaman diáconos distribuyen a todos los que están presentes pan, vino y agua “eucaristizados” y los llevan a los ausentes» (San Justino)[81].
Como acabamos de leer, San Justino nos cuenta en su apología cómo celebraban los cristianos la Eucaristía en los primeros tiempos. Podemos observar así que, desde un primer momento, debido a la inclusión de los no judíos en el cristianismo, se simplificó todo el rito de la Pascua Judía a los elementos más importantes: la Palabra de Dios, la homilía, la oración en común, la consagración con oraciones de acción de gracias y, finalmente, la comunión. Además, se prescindió rápidamente de la cena por los problemas que traía, y que relata San Pablo: Así, cuando os reunís en comunidad, eso no es comer la Cena del Señor, pues cada uno se adelanta a comer su propia cena, y mientras uno pasa hambre, el otro está borracho. ¿No tenéis casas donde comer y beber? ¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los que no tienen? ¿Qué queréis que os diga? ¿Que os alabe? En esto no os alabo (1 Corintios 11, 20-22). Por otro lado, aunque en principio había completa libertad para las diversas oraciones, en diversos lugares se empezaron a recoger y a adoptar las mejores oraciones, dando lugar a los primeros ritos fijos.
Es fundamental saber que la Eucaristía era tan importante para los primeros cristianos que muchos eran apresados y martirizados por asistir a ella. Además, estaba reservada solo a los cristianos serios, como afirma San Justino: Llamamos a este alimento Eucaristía y nadie puede tomar parte en él si no cree en la verdad de lo que se enseña entre nosotros, si no ha recibido el baño para el perdón de los pecados y el nuevo nacimiento, y si no vive según los preceptos de Cristo (San Justino)[81]. Recordemos que, en aquella época, para ser cristiano hacía falta pasar por un catecumenado, en ocasiones de años, donde los aspirantes eran catequizados y puestos duramente a prueba, tras el cual se esperada de los recién bautizados una vida santa y sin pecado grave. Es por eso que la confesión individual tampoco existía, y que los que cometían un pecado grave eran expulsados de la comunidad cristiana, siendo readmitidos únicamente tras un largo periodo de penitencia y satisfacción por el escándalo que habían dado.
Siglos IV a VIII Durante estos siglos la Iglesia se masificó, por lo que la Eucaristía salió de las casas y pasó a celebrarse en basílicas. Y dado que el emperador u otras figuras importantes acudían también a ella, apareció el rito de entrada con su correspondiente procesión. Al mismo tiempo las celebraciones pasaron a ser mucho más anónimas, perdiéndose la asamblea en comunidades con sus carismas y donde todos se conocían. De esta forma el Sacerdote tomó mucha más relevancia. Además, en esta época apareció también la procesión de las ofrendas y se instauró la práctica de la confesión individual, que aprovechaba la confesión como una oportunidad para catequizar y corregir a los cristianos que no vivían de acuerdo a su Fe. Hay que tener en cuenta que muchos nuevos cristianos apenas eran catequizados y entendían erróneamente la Eucaristía, haciendo un símil con sus antiguos ritos paganos de ofrecer a Dios un culto para aplacarlo y que todo les fuera bien en la vida. Y esto, que nada tiene que ver con el verdadero sentido de la Eucaristía, es un error de comprensión que, por desgracia, aún hoy en día muchas personas cometen.
Edad Media Debido, entre otros motivos, a que el latín empezó a derivar en diversas lenguas diferentes y que el pueblo cristiano estaba ya poco catequizado, la liturgia de la palabra raramente se comprendía: el valor de la Palabra de Dios se había empezado a perder entre el pueblo. Sin embargo, esto llevó a la introducción de diversas oraciones durante la misa que los fieles sí podían rezar mientras observaban lo que ocurría en el altar. También cobró un mayor énfasis al misterio del sacrificio de Cristo, pues los fieles entendían con tan sólo mirar al altar que algo grande pasaba en él. Por otro lado, se empiezan a cometer abusos en las misas, como la misa solitaria, su ofrecimiento por motivos contrarios a la ley moral, ritos o disposiciones supersticiosas, etc.
Además, los fieles no se acercaban a comulgar, por lo que el pan se sustituyó por una pequeña oblea muy similar a la que se emplea en la actualidad. Tampoco se acercaban a la confesión individual, que en los siglos pasados había cumplido también una función pedagógica. Contra estas dos cosas, el concilio de Letrán, en un primer intento de solucionar la situación, declaró que todo fiel de uno u otro sexo, después que hubiere llegado a los años de discreción, confiese fielmente él solo por lo menos una vez al año todos sus pecados al propio sacerdote, y procure cumplir según sus fuerzas la penitencia que le impusiere, recibiendo reverentemente, por lo menos en Pascua, el sacramento de la Eucaristía (Concilio de Letrán)[36].
Concilio de Trento Lutero, viendo los abusos que se cometían y tratando inicialmente de volver a los orígenes bíblicos de la Eucaristía, eliminó completamente el sentido de la Eucaristía como paso del Señor, Sacramento y Sacrificio, posiblemente porque no conocía la Pascua Judía. Sin embargo, con su reforma, que incluía la reforma de la Eucaristía entre muchos otros cambios, arrastra a una gran parte de la cristiandad al error. Así pues, el Concilio de Trento trató de atajar todos los abusos y negar a la vez el error de Lutero. Y lo hizo fijando, entre otras cosas, el canon de la misa, que permaneció casi invariable desde ese momento hasta el Concilio Vaticano II, varios siglos después.
Cuánto cuidado se deba poner para que se celebre, con todo el culto y veneración que pide la religión, el sacrosanto sacrificio de la Misa, fácilmente podrá comprenderlo cualquiera que considere, que llama la sagrada Escritura maldito el que ejecuta con negligencia la obra de Dios. [...] Y constando que se han introducido ya por vicio de los tiempos, ya por descuido y malicia de los hombres, muchos abusos ajenos de la dignidad de tan grande sacrificio; decreta el santo Concilio [...] en primer lugar, prohiban absolutamente (lo que es propio de la avaricia) las condiciones de pagos de cualquier especie, los contratos y cuanto se da por la celebración de las Misas nuevas [...] Después de esto, para que se evite toda irreverencia, ordene cada Obispo en sus diócesis, que no se permita celebrar Misa a ningún sacerdote vago y desconocido. Tampoco permitan que sirva al altar santo, o asista a los oficios ningún pecador público y notorio [...] Aparten también de sus iglesias aquellas músicas en que ya con el órgano, ya con el canto se mezclan cosas impuras y lascivas; así como toda conducta secular, conversaciones inútiles, y consiguientemente profanas, paseos, estrépitos y vocerías; para que, precavido esto, parezca y pueda con verdad llamarse casa de oración la casa del Señor. Últimamente, para que no se de lugar a ninguna superstición, prohiban por edictos, y con imposición de penas que los sacerdotes celebren fuera de las horas debidas, y que se valgan en la celebración de las Misas de otros ritos, o ceremonias, y oraciones que de las que estén aprobadas por la Iglesia [...] y enseñen al pueblo cuál es, y de dónde proviene especialmente el fruto preciosísimo y divino de este sacrosanto sacrificio. Amonesten igualmente su pueblo a que concurran con frecuencia a sus parroquias, por lo menos en los domingos y fiestas más solemnes (Concilio de Trento)[55].
En esa misma linea, si alguno dijere, que no se ofrece a Dios en la Misa verdadero y propio sacrificio; o que el ofrecerse este no es otra cosa que darnos a Cristo para que le comamos; sea excomulgado (Canon 1, Trento)[55]. Si alguno dijere, que el sacrificio de la Misa es solo sacrificio de alabanza, y de acción de gracias, o mero recuerdo del sacrificio consumado en la cruz; mas que no es propiciatorio; o que sólo aprovecha al que le recibe; y que no se debe ofrecer por los vivos, ni por los difuntos, por los pecados, penas, satisfacciones, ni otras necesidades; sea excomulgado (Canon 3, Trento)[55]. Si alguno dijere, que es impostura celebrar Misas en honor de los santos, y con el fin de obtener su intercesión para con Dios, como intenta la Iglesia; sea excomulgado (Canon 5, Trento)[55]. Si alguno dijere, que el Cánon de la Misa contiene errores, y que por esta causa se debe abrogar; sea excomulgado (Canon 6, Trento)[55]. Si alguno dijere, que las ceremonias, vestiduras y signos externos, que usa la Iglesia católica en la celebración de las Misas, son más bien incentivos de impiedad, que obsequios de piedad; sea excomulgado (Canon 7, Trento)[55]. Si alguno dijere, que se debe condenar el rito de la Iglesia Romana, según el que se profieren en voz baja una parte del Cánon, y las palabras de la consagración; o que la Misa debe celebrarse sólo en lengua vulgar, o que no se debe mezclar el agua con el vino en el cáliz que se ha de ofrecer, porque esto es contra la institución de Cristo; sea excomulgado (Canon 9, Trento)[55]. Esto no significa que se prohíba el uso de la lengua del pueblo, sino que se impide prohibir el uso del latín en la Santa Misa.
Concilio Vaticano II El Concilio de Trento puso mucho énfasis en el sacrificio de Cristo y en la eficacia de los Sacramentos por su propia esencia, verdades inmutables de la Iglesia Católica que nunca dejarán de serlo. Sin embargo, perdió un poco de vista los signos externos propios de los primeros siglos, que hacían presente el paso de Dios, la importancia de la Palabra y la asamblea cristiana. Por eso, el Concilio Vaticano II, celebrado a mitad del siglo XX, trató de recuperar los signos propios de la liturgia de la Palabra, el uso de la lengua del pueblo para facilitar la comprensión, la asamblea litúrgica reunida en al altar, la oración común de los fieles, el rito de la paz, la comunión con las dos especies en su forma original y la participación de los fieles en la liturgia. Es decir, trató de recuperar algunos de los signos de la celebración original que San Justino nos describió. Por eso, no debemos olvidar que la Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, es decir, de la obra de la salvación realizada por la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, obra que se hace presente por la acción litúrgica (Catecismo 1409).
Esto ha dado lugar a una celebración litúrgica más cercana al pueblo, con la presencia de muchos de los signos iniciales de esta celebración; pero también ha dado lugar a algunos abusos y malentendidos propios del protestantismo y de la ignorancia de todo lo que la Eucaristía significa. Es por ello que es necesaria una íntegra formación católica, permanente y práctica, destinada los adultos, por lo que el Concilio Vaticano II ha restaurado para la Iglesia latina, “el catecumenado de adultos, dividido en diversos grados”. Sus ritos se encuentran en el Ritual de la iniciación cristiana de adultos (Catecismo 1232). Y esto es muy importante, ya que no sólo importa la eficacia del Sacramento o los signos que ayudan a comprenderlo, sino también la disposición interior que tengamos y la vida cristiana (o no) que vivimos. Por supuesto, nuestra vida debería ser un autentico reflejo de esta celebración y del amor de Dios que se hace presente en ella. Destacar finalmente que, en la actualidad, conviven los dos ritos de la Eucaristía, siendo el rito preconciliar la forma extraordinaria del rito latino ordinario.
Práctica Con esta muy breve reseña de la historia de la Eucaristía pretendemos que se puedan comprender un poco mejor los motivos por los que la Santa Misa actual es como es, y por qué y en qué ha variado desde la última cena de Jesús. Pero lo fundamental no es conocer al detalle estas cosas, sino aprender a vivir la Pascua y el Sacrificio de Cristo en cada Eucaristía. En ella, Dios se hace presente a través de la Palabra para hablarnos personalmente a nuestra vida, y se nos entrega en su Cuerpo y su Sangre para nuestra Salvación. ¡En ella pasa para librarnos de la muerte ontológica y darnos su Vida en plenitud! ¡Pues nos ama hasta el extremo! Por eso, vamos a hacer la Lectio Divina de los pasajes de las Escrituras que hablan de la Eucaristía, y de la importancia de vivir nuestra vida cristiana coherentemente con esta celebración.
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