Alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Llegó la boda del Cordero, su esposa se ha embellecido.- Apocalipsis 19, 7
La Santa Misa tradicional La Santa Misa tradicional fue fijada tras el Concilio de Trento para atajar las desviaciones que se producían en la Eucaristía, los errores de Lutero, a fin de que los sacerdotes sepan con certeza que oraciones deben utilizar, cuáles son los ritos y cuáles las ceremonias que deben bajo obligación conservar en adelante en la celebración de las misas [...] y para el tiempo futuro perpetuamente, en todas las iglesias, patriarcales, catedrales, colegiatas y parroquiales de todas las provincias de la Cristiandad (Quo Primum Tempore)[98]. Por eso es lícito celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgado por san Juan XXIII en 1962, que nunca se ha abrogado, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia (Summorum Pontificum)[18]. Destacar además que esta forma del rito de la Eucaristía expresó de forma ordinaria el sentir y el orar de la Iglesia Católica durante más de 400 años, poniendo de relieve la inalterabilidad de la doctrina católica, las realidades sobrenaturales centrales del rito y el santo Sacrificio de Cristo en el altar. Sin embargo, para celebrar según este rito se requiere el permiso del Obispo del lugar.
La Santa Misa ordinaria El rito ordinario de la Santa Misa es el que usualmente se celebra en las parroquias, fruto de la renovación del Concilio Vaticano II, que buscaba acercar de nuevo la liturgia al pueblo. Retomando el sentido original de la Pascua, la celebración empieza con un breve rito penitencial, que nos recuerda la necesidad que tenemos de que Cristo pase y venza a la muerte y al pecado que nos oprimen. El rito mantiene la estructura básica de la Última Cena y de la Eucaristía de los primeros siglos, en el que hay una liturgia de la Palabra y una liturgia de la Eucaristía. ¡Atentos en ella! Pues Dios renueva su Sacrificio y su Resurrección por amor a ti. Por eso, alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Llegó la boda del Cordero, su esposa se ha embellecido (Apocalipsis 19, 7). Así pues, nuestro Salvador [...] instituyó el Sacrificio Eucarístico de su Cuerpo y Sangre, con lo cual iba a perpetuar por los siglos, hasta su vuelta, el Sacrificio de la Cruz y a confiar a su Esposa, la Iglesia, el Memorial de su Muerte y Resurrección: sacramento de piedad, signo de unidad, vínculo de caridad, banquete pascual, en el cual se come a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda de la gloria venidera (Sacrosanctum Concilium)[57] ¡Pues te ama con locura!
Liturgia de la Palabra Cristo está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla (Sacrosanctum Concilium)[57]. Dios habla de forma directa a tu vida y a tu situación a través de esta Palabra, pues toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena (2 Timoteo 3, 16-17). Y por eso, conviene que la escuches con gran atención, comprendiendo bien a qué te invita y qué dice a tu vida. No se trata sólo de interpretar la Palabra ni de reflexionar sobre ella, sino de dejar que te hable directamente, sin filtrarla ni aguarla, poniéndola en práctica en la medida que sinceramente podamos. Por eso, toda la solicitud que observamos cuando nos administran el cuerpo de Cristo, para que ninguna partícula caiga en tierra de nuestras manos, ese mismo cuidado debemos poner para que la palabra de Dios que nos predican, hablando o pensando en nuestras cosas, no se desvanezca de nuestro corazón. No tendrá menor pecado el que oye negligentemente la palabra de Dios, que aquel que por negligencia deja caer en tierra el cuerpo de Cristo (San Agustín)[4]. En cualquier caso, para comprender mejor la Palabra es muy importante escuchar la homilía, que el Sacerdote debe hacer adecuadamente basándola en la Palabra que se ha proclamado y, sólo cuando sea necesario, iluminando temas de actualidad. Además, debe dar siempre la interpretación propia del Magisterio, y no simples reflexiones bonitas personales.
Liturgia de la Eucaristía Después de ofrecer los dones en el altar (el pan ácimo de trigo y el vino) comienza el centro y la cumbre de toda la celebración, esto es, la Plegaria Eucarística, que ciertamente es una oración de acción de gracias y de santificación (Instrucción del Misal Romano)[27]. Esta plegaria se inicia pidiendo a los fieles que levanten el corazón a Dios, pues en estos momentos transcendentales conviene dirigirlos a Él y no a nuestros asuntos o negocios. También se invoca al Espíritu Santo, se ora por los difuntos, y lo más importante: el Sacerdote consagra el pan y el vino convirtiéndolos en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo. Efectivamente, por la consagración del pan y del vino se opera la conversión de toda la substancia del pan en la substancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su Sangre; la Iglesia Católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación (Catecismo 1376). Y esto se hace en virtud de las palabras que pronunció Jesús en la última cena. Palabras que se cumplen, pues Dios es veraz. Así pues, en cada Eucaristía nuestro Señor Jesucristo se sacrifica y se entrega por y para ti, para salvarte y darte su misma Vida... ¡Pues te ama!
Hay que destacar que cada frase y cada gesto de la Plegaria Eucarística tiene su propio significado profundísimo y actual. Conviene pues, estar atentos y orar para que Dios nos vaya desvelando cada día más este gran misterio del que los santos decían que sería más fácil que el mundo sobreviviera sin el sol, que sin la Santa misa (San Pío de Pietrelcina)[97]. A continuación, se reza la oración del Padre Nuestro, que contiene en sí toda la plegaria de la Iglesia y se procede también a realizar el rito de la paz. Este rito es muy importante, pues es signo del perdón que debe darse realmente en nuestra vida. Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda (Mateo 5, 23-24). Así pues, hemos de acercarnos al altar libres de todo pecado mortal y descomunión, y con las manos llenas de obras de caridad nacidas como fruto de la Fe y la gracia de Dios.
Y finalmente, viene la comunión del Cuerpo y la Sangre del mismo Cristo que se entrega por y para ti. No te acerques, pues, con las palmas de las manos extendidas ni con los dedos separados, sino que, poniendo la mano izquierda bajo la derecha a modo de trono que ha de recibir al Rey, recibe en la concavidad de la mano el cuerpo de Cristo diciendo: «Amén». Súmelo a continuación con ojos de santidad cuidando de que nada se te pierda de él. Pues todo lo que se te caiga considéralo como quitado a tus propios miembros. Pues, dime, si alguien te hubiese dado limaduras de oro, ¿no las cogerías con sumo cuidado y diligencia, con cuidado de que nada se te perdiese y resultases perjudicado? ¿No procurarás con mucho más cuidado y vigilancia que no se te caiga ni siquiera una miga, que es mucho más valiosa que el oro y que las piedras preciosas? (San Cirilo de Jerusalén)[24]. Por otro lado, la Iglesia también permite recibir la comunión directamente en la boca o de rodillas, cosa que tiene a su favor siglos de tradición y es un signo de adoración particularmente expresivo, del todo apropiado a la luz de la verdadera, real y sustancial presencia de Nuestro Señor Jesucristo bajo las especies consagradas (Congregación para el Culto Divino)[31]. La Santa Misa termina con la bendición final y el envío a la misión a la que todos los católicos estamos llamados... ¡Para que tus familiares, amigos y todas las demás personas también puedan disfrutar de este maravilloso amor de Dios!
Práctica Para comprender mejor el rito de la sagrada Eucaristía que hace presente y actual todo el misterio de la Fe católica, recomendamos leer en el catecismo el apartado sobre el Sacramento de la Eucaristía, y ver el documental sobre el rito tradicional de la Santa Misa, que es similar al ordinario y, cuyas explicaciones, pueden arrojar más luz sobre las diversas partes de la misma. Pero sobre todo, la verdadera práctica que debe hacer todo católico es vivir cada Eucaristía con la alegría y la importancia que tiene que todo un Dios se entregue a ti y pase personalmente por tu vida para Salvarte. Y, por supuesto, es fundamental también vivir en consecuencia con este misterio que celebramos, estando en comunión con la Santa Iglesia Católica y dando ejemplo con una vida santa.
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