Nuestro castigo saludable cayó sobre él, sus cicatrices nos curaron.- Isaías 53, 5b
Te ha amado históricamente Dios no es alguien que está sentado en el cielo mirando sin hacer nada, sino que mediante su designio divino ha intervenido en la historia del hombre. Este designio comporta una “pedagogía divina” particular: Dios se comunica gradualmente al hombre, lo prepara por etapas para acoger la Revelación* sobrenatural que hace de sí mismo y que culminará en la Persona y la misión del Verbo encarnado, Jesucristo (Catecismo 53). Así pues, primero escogió al pueblo de Israel y obró maravillas con ellos. Luego nos envió a Jesús, el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz (Filipenses 2, 6-8).
¿No lo comprendes? Es como si fueses un condenado a muerte por algún crimen y, que pese a estar arrepentido, por ley estás esperando en el corredor de la muerte tu ejecución. Y de repente entra el juez y te da una buena noticia: ¡Eres libre! Alguien se ha ofrecido a pagar tu pena muriendo en tu lugar. La ley del país lo permite. Y se ha ofrecido por el simple hecho de que te ama pese al crimen que has cometido. ¿Te imaginas cómo se sentirá ese hombre? ¿Y qué amor tan grande le han mostrado? ¡Pues exactamente eso es lo que Cristo ha hecho por ti! A ti te ama Dios incluso cuando te equivocas, cometes errores, fallas, eres culpable, sufres, o ni tú mismo te quieres. Y por ti ha entregado su vida, para que tú puedas vivir. ¡Qué gran noticia es esta! Pues no hay nada más grande que alguien pueda darte que a sí mismo, y eso ha hecho Dios por ti.
Además, Dios mismo te ama tanto que ha pasado por el sufrimiento... ¡Por tu sufrimiento! Despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultaban los rostros, despreciado y desestimado. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca (Isaías 53, 3.7). ¡Y esto lo ha hecho por amor a ti! Dios conoce de primera mano tus sufrimientos y muchos más. ¡Por eso puede compadecerse de ti! Él puede llamarse hermano tuyo. Él sabe por lo que estás pasando, porque Él mismo ha pasado por ahí. ¡Dios, que lo tiene todo y es absolutamente perfecto, ha compartido nuestra naturaleza rota y débil! ¡Porque nos ama! ¡Porque te ama a ti!
Es como si un día, para conocer de primera mano los sufrimientos de un vagabundo, te fueras a vivir con él en sus mismas condiciones. Y de esa forma pasaras por sus mismos problemas, experiencias, debilidades, carencias y sufrimientos. ¿Quién haría algo así? ¿Quién lo ha hecho por ti? Nadie... excepto Dios. ¡Él sí lo ha hecho! Y, sin embargo, esto habría sido simple solidaridad contigo si la cosa se hubiese quedado ahí. Pero Cristo resucitó y nos ha dado a todos la esperanza de la vida eterna y del perdón. Nos ha hecho hijos de Dios. Nos ha dado una dignidad nueva. Nos ha regalado el don de la reconciliación: ¡Él nos perdona de todos nuestros errores si nos arrepentimos! ¡Y también nos da la esperanza de vivir para siempre! ¡Por puro amor hacia nosotros!
Te ama en tu propia vida Ante una situación de gran dificultad en nuestra vida, muchas veces decimos: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? A pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza (Salmo 22, 2). Pensamos que Dios nos ha abandonado, o peor aún: que no existe. Sin embargo Jesucristo, que también dijo estas mismas palabras, nos ha enseñado que esto no es verdad. Dios te ama en tu vida concreta, y todas las dificultades y problemas que tengas en tu vida tienen un significado y sirven para tu bien. Porque Dios obra como un Padre que en ocasiones corrige a su hijo por su propio bien. Y lo hace precisamente porque lo ama. No olvides que Dios nos ha hecho la promesa de la vida eterna, regalándonos la esperanza de que no nos morimos para siempre. Además... ¡Cristo mismo, que tanto te ama, está ahora intercediendo por nosotros ante Dios!
Pero nos regala mucho más: su Palabra y su Ley. Y no una ley entendida como una imposición con su correspondiente castigo, sino como una guía sencilla para evitar la muerte ontológica. Más aún, nos regala su Espíritu para que esta Ley nazca de nuestro interior incluso sin esfuerzo, como un torrente de agua que vivifica todo nuestro ser, tal como afirmó Jesús diciendo: pero el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá sed: el agua que yo le daré se convertirá dentro de él en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna (Juan 4, 14). Además, también nos regala el perdón. Nos regala su fuerza. Nos regala su amor. ¡Nos lo regala todo! ¡Porque nos ama! Y lo hace a través de los acontecimientos concretos de tu vida y a través de la Iglesia, en los cuales está presente. Pues ciertamente Dios actúa en tu vida y te puede regalar una experiencia maravillosa de su amor, que es mucho mejor que nada que hayas conocido, como atestiguan miles de personas que ya la han tenido. ¡Pídeselo! Y no lo dudes: Dios tiene una historia de Salvación* maravillosa proyectada contigo. ¡Porque te ama!
El sufrimiento Sin embargo, hay una pregunta fundamental que debemos responder: ¿Por qué Dios no actúa de forma clara y nos evita el sufrimiento? Por un motivo muy sencillo: Dios nos ama. Y nadie que ama fuerza u obliga a su amada a corresponderle, aunque anhele su amor con todo su ser. Por eso Dios nunca quita la libertad del hombre dando una prueba irrefutable de su existencia. Por eso los milagros son puntuales y concretos. Por eso hay argumentos muy interesantes a favor de la existencia de Dios, pero no pruebas definitivas. Pero también por eso nadie puede demostrar que Dios no existe. Dios, precisamente porque nos ama, quiere que seamos libres para elegir si corresponder a su amor o no. Y elegir a Dios implica elegir también el bien, la verdad y el amor, pues Él es todo eso y mucho más.
Sin embargo, eso no significa que Dios no trate de evitar el mal y el sufrimiento, porque esto dice el Señor Dios: Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré (Ezequiel 34, 11). Este es el motivo de todos sus regalos: los Sacramentos, su Palabra, la comunidad eclesial, e incluso... ¡El darse a sí mismo! Dios mismo ha compartido tus sufrimientos y debilidades hasta el extremo, pasando por una de las muertes más dolorosas y terribles que hemos inventado: la cruz. Por otro lado, no olvidemos nunca que el cielo realmente existe y que estamos llamados a vivir en él. Allí, que ya habremos realizado nuestra elección, no será necesario que exista el sufrimiento. Por ello, los que tomen la decisión de corresponder al amor de Dios serán recibidos con alegría por Dios en el cielo y Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido (Apocalipsis 21, 4). En resumen:
Al final, la respuesta a la pregunta “¿por qué sufro?” debe ser personal y concreta, y sólo Dios nos la puede mostrar personalmente. Y esto es lo que podréis ver de primera mano en el tercer vídeo que os invitaremos a ver en la parte práctica. Además, más adelante profundizaremos sobre la libertad, los caminos que podemos elegir, la elección que conviene tomar, el amor de Dios, el sufrimiento, la muerte, el cielo, el infierno y muchos otros temas que sin duda nos ayudarán a comprender mejor el sentido del sufrimiento. Un sentido que alcanza su plenitud en la cruz de Jesucristo, que te amó hasta entregarse por ti. ¡Y que te sigue amando con locura hoy!
Dios te dice que te ama Dios no sólo te demuestra históricamente y en tu propia vida que te ama, también te lo dice explícitamente como un esposo se lo dice a su esposa: Sión decía: «Me ha abandonado el Señor, mi dueño me ha olvidado». ¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré (Isaías 49, 14-15). Dios no te olvida, sino que te ama y te lo dice claro... ¡Escucha! Aunque los montes cambiasen y vacilaran las colinas, no cambiaría mi amor, ni vacilaría mi alianza de paz -dice el Señor que te quiere- (Isaías 54, 10). ¿Quieres más? El Señor se le apareció de lejos: Con amor eterno te amé, por eso prolongué mi misericordia para contigo (Jeremías 31, 3). No lo dudes, el Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor; exulta y se alegra contigo (Sofonías 3, 17). Porque para Dios, eres el ser más bello que existe, como afirma diciendo: ¿Quién es esta que despunta como el alba, hermosa como la luna, refulgente como el sol, imponente como un batallón? (Cantar 6, 10). Y estos son sólo unos pocos ejemplos, pero hay más... ¡Muchos más! Porque el amor de Dios es simplemente bellísimo.
Práctica Es muy importante tener la experiencia del amor de Dios en nuestra propia vida, porque supone una garantía muy fuerte que te ayudará a mantener la Fe en momentos difíciles. Sin embargo, es posible que aún no la tengas... ¡No te preocupes! Afortunadamente, hay mucha gente que sí la ha tenido y que ha decidido compartirla para darnos esperanza a todos. Estas personas han visto a Dios actuando en sus vidas y han reconocido un sentido precioso en sus sufrimientos, que los ha llevado a gustar del cielo ya aquí en la tierra. Por eso, te recomendamos que mires los siguientes testimonios que te enseñarán cómo actúa Dios en la vida de personas normales como tú, para que puedas aprender a ver la acción de Dios en tu vida. Porque ciertamente Dios está actuando en ella para bien... ¡Sólo tienes que descubrirlo!
Como puedes observar, mientras estamos vivos Dios siempre nos ofrece oportunidades para conocerlo y experimentar su amor en nuestra vida. Un amor tan grande que, si lo acogemos como han hecho estas personas, nuestra vida dará un cambio radical que servirá para nuestro bien y el de los que nos rodean. ¿Quieres saber cómo acoger este amor de Dios? ¡Te lo contamos a continuación!
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