Ambicionad los carismas mayores. Y aún os voy a mostrar un camino más excelente.- 1 Corintios 12, 31
Existen dos caminos Hay dos caminos. Uno, de la vida; otro, de la muerte. La diferencia entre ambos es grande (Didajé 1, 1)[70]. El camino de la Vida es el camino de Dios, en apariencia angosto y estrecho, difícil de transitar y por el que no va mucha gente. El camino de la muerte es ancho, espacioso y fácil de transitar. Lo fácil es optar por el camino de la muerte, pero lo realmente bueno es elegir el camino de la Vida. Porque el destino del camino de la Vida es la vida eterna y la plenitud del amor de Dios, mientras que el destino del camino de la muerte es... la muerte. Pero entonces... ¿Por qué se elige el camino de la muerte?
El camino de la Vida El camino de la Vida es la caridad, pues si tuviera el don de profecía y conociera todos los secretos y todo el saber; si tuviera fe como para mover montañas, pero no tengo amor, no sería nada. Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor, de nada me serviría (1 Corintios 13, 2-3). ¿Y qué es la caridad? La caridad* es el amor de verdad, aquel que puede amar incluso al enemigo. Es el amor que nos ha mostrado Jesucristo en la cruz, que no se resistió a la injusticia, sino que nos amó hasta entregar voluntariamente su vida por nosotros.
El camino de la Vida es amar a Dios y amar a todos los hombres, y hacerlo en todo momento, empezando por los más cercanos a ti y acabando por tus enemigos. Es dejarse robar, matar, difamar, etc y devolver a todo eso sólo amor. Así de sencillo es de decir pero de imposible llevar a la práctica, hasta que gracias a Jesucristo se ha hecho posible. Él ha abierto el camino de la Vida y lo ha señalado claramente con su vida: Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí» (Juan 14, 6). Jesús y su forma de vivir es el camino de la Vida, el único camino verdadero: vivir siempre por amor al otro. Pero eso significa negarse a uno mismo y, precisamente por eso, poca gente lo toma.
El camino de la muerte ¿Y cuál es el camino de la muerte? El camino de la muerte es el contrario al de la caridad: vivir siempre por amor a ti mismo y para complacer tus apetencias. ¿Quieres cobrar más? Pisa a otro trabajador. ¿Alguien te cae mal? Difámalo. ¿No ganas bastante? No declares el IVA. ¿Me gusta esta chica o chico? Acuéstate con él. Y así es como vive gran parte de la sociedad: para sí misma. Efectivamente, las obras de la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, enemistades, discordia, envidia, cólera, ambiciones, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, orgías y cosas por el estilo. Y os prevengo, como ya os previne, que quienes hacen estas cosas no heredarán el reino de Dios (Gálatas 5, 19-21).
El problema de estas obras es que su fruto es la muerte ontológica, y en los peores casos incluso la física. Y esto es lo que se conoce como pecado*. Pues el pecado no es algo bueno que esté prohibido, sino que es algo que realmente nos destruye y cuyas consecuencias son nefastas para nosotros. El pecado es una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo (Catecismo 1849). Además el pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones (Catecismo 1850). Porque el pecado, en el fondo, significa decir a Dios “no quiero tu amor y lo que tú me das, quiero esto otro”, erigiéndonos así dioses de nuestra propia vida. Por eso, uno de los primeros frutos del pecado es el rechazo a Dios. Pero además, una vez hemos usurpado el lugar de Dios... ¿Quién es el otro para contradecirme? De esta forma el pecado se cobra cada vez más y más víctimas, dando lugar al sufrimiento que hoy vemos en muchos informativos.
¿Qué eliges tú? La pregunta importante es: ¿A dónde quieres llegar tú? ¿A la vida o a la muerte? Porque yo personalmente quiero llegar a la vida y me imagino que tú también. La invitación por parte de Dios es clara: entrad por la puerta estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos entran por ellos. ¡Qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y pocos dan con ellos (Mateo 7, 13-14). Es cierto que el pecado parece al principio más apetecible, como les pareció a Adán y Eva; pero su fruto es la muerte. Así pues, no vendas tu herencia a vivir la vida eterna por un gusto momentáneo y vacío. Vive en la caridad, siguiendo el camino de la Vida. No abandones ni desesperes si caes, pues todo camino tiene sus piedras: tú levántate y vuelve a caminar por el camino de la Vida. Este camino certificará en tu corazón que... ¡Dios te ama! Y te dará una vida que nadie te podrá quitar y que no se te acabará.
Práctica Es importante pararse a pensar y hacer una reflexión sobre cómo estamos llevando nuestra vida. Es decir, conviene preguntarse... ¿Para qué y cómo vivo? Por eso, a la luz de estos dos caminos, te invito a que respondas a estas preguntas con sinceridad y tomando en peso tu forma de vivir el día a día. Piensa en cuál de los dos caminos estás viviendo, si en el de la vida viviendo para Dios y los demás, o en el de la muerte viviendo para ti mismo. Reflexiona además sobre si te conviene seguir en ese camino.
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