Todo lo puedo en aquel que me conforta.- Filipenses 4, 13
Lo que sí puedes Hay ciertas cosas que por su sencillez sí puedes hacer, como por ejemplo escuchar y leer las Escrituras, formarte, hacer la Lectio Divina, rezar, pedir a Dios cosas buenas, reflexionar, obedecer a tu conciencia, participar en la Iglesia, etc. Porque este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable. El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas (Deuteronomio 30, 11.14). Este tipo de cosas son como signos, obras que le dicen a Dios “¡Yo quiero escoger el camino de la Vida!”; y que, poco a poco, como si de una fina lluvia se tratara, te van empapando y te preparan inequívocamente para seguir el camino de la Vida que te lleva a Dios.
Lo que no puedes Hay cosas que no puedes o no podrás hacer, ya que el deseo de la carne es hostil a Dios, pues no se somete a la ley de Dios; ni puede someterse (Romanos 8, 7b). Y nosotros, por desgracia, muchas veces aunque estemos bautizados vivimos según las tendencias de la carne, siguiendo el camino de la muerte. Es cierto que el Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace también del neófito* “una nueva creatura”, un hijo adoptivo de Dios que ha sido hecho “partícipe de la naturaleza divina”, miembro de Cristo, coheredero con Él y templo del Espíritu Santo (Catecismo 1265). Pero también es cierto que en todos los bautizados, niños o adultos, la fe debe crecer después del Bautismo (Catecismo 1254) porque si no el Bautismo está como muerto: no da frutos. Y en muchos casos esta criatura nueva engendrada en el Bautismo aún no ha crecido lo suficiente como para que podamos vivir como verdaderos cristianos.
Efectivamente, cuando escuchamos palabras como “Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen (Mateo 5, 43-44)” o “Entonces dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará» (Mateo 16, 24-25)”. Y muchas otras como vender los bienes, perdonar siempre, no juzgar, tener siempre misericordia, y un largo etcétera, ¿no parecen realmente imposibles de poner en práctica de forma seria?
Llegar a poner por obra estas palabras requieren de una Fe adulta. Requieren conocer personalmente a Dios y el inmenso amor que nos ha tenido. Requieren haber sido enseñados por Dios. Y requieren que permitas al Espíritu Santo actuar en ti. Por eso es fundamental estar siempre aprendiendo y procurando ir por el camino de la Vida. Y de esta forma llegará un momento donde podrás decir: Todo lo puedo en aquel que me conforta (Filipenses 4, 13). Porque realmente será Dios el que lo hará por ti, pues nosotros somos pequeños instrumentos, pero muchos pequeños instrumentos en las manos de Dios pueden hacer milagros (Santa Teresa de Calcuta)[86]. Y de esta realidad son testigos muchos Santos que decían: Sí, lo sé: cuando soy caritativa, es únicamente Jesús quien actúa en mí (Santa Teresa de Lisieux)[110].
No estás sólo El camino de la Vida no es algo que uno pueda recorrer en soledad porque, como en muchos caminos, hay piedras y asaltadores. Efectivamente, el maligno no quiere que continúes por ese camino y pondrá todas las trabas que pueda para impedirlo. Es por eso que en muchas ocasiones vas a necesitar ayuda: todos la vamos a necesitar, como nos lo previene ya San Pablo diciendo: Por eso, animaos mutuamente y edificaos unos a otros, como ya lo hacéis (1 Tesalonicenses 5, 11). Así pues, en la Iglesia puedes encontrar una gran familia, en la que cada uno contribuye con su carisma o vocación*. En ella, destacan por vocación los pastores: Sacerdotes Santos que no dudarán en acompañarte. Por eso, si tienes dudas sobre qué hacer en alguna situación, o si no sabes qué enseña la Iglesia sobre algo que te afecta directamente, no dudes en acudir a uno. O incluso, si lo necesitas, a varios de ellos, para conocer más puntos de vista. Simplemente, asegúrate de que vivan fieles a Cristo y a su Iglesia.
Todo es Gracia Dios te ama gratuitamente incluso cuando eres pecador o te alejas de Él. Pero precisamente por eso busca tu bien y te exhorta a que recorras el camino de la Vida: ¡Él solo quiere que seas feliz! Efectivamente, todo lo que Él te pueda pedir o decir es siempre para tu bien. No olvides nunca que Dios no necesita nada de ti, y nada hay que puedas darle que lo engrandezca más. Él ya es Dios y lo era desde antes que tú nacieras. Es fundamental no perder esto nunca de vista para no caer en mercadeos con Dios del estilo: yo rezo o hago esta penitencia y tú dame esta o aquella otra cosa. O decir cosas como: con lo “bueno” que he sido toda la vida merezco que me concedas esto que te pido. Sin embargo, piénsalo bien, ¿tienes algo que no hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado? (1 Corintios 4, 7b). Porque al final, sólo soy cristiano por la gracia de Dios (Catecismo Antiguo, 1)[26].
Si caes, levántate El pecado no hay que tomárselo como un juego porque te daña seriamente. Pero tampoco hay que creer erróneamente que no tenemos solución. Si caes y te arrepientes Dios te perdona. Y lo hace de forma concreta y física a través del Sacramento de la Reconciliación, donde Dios te dice: ¿Quién te condena? Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más» (Juan 8, 11). Jesús perdonó los pecados de muchas personas que estaban arrepentidas de su actitud: adúlteros y asesinos incluidos. ¡Y a ti también te perdona! ¡Porque te ama! Por eso, si ves que has elegido mal y que has recorrido el camino de la muerte... ¡Arrepiéntete! Ves al Sacerdote y él te absolverá en nombre de Dios. Luego... ¡Vuelve a recorrer el camino de la Vida!
Práctica Es hora de poner en orden nuestra vida. Si has decidido seguir el camino de la Vida y ves que antes no habías elegido bien, ve a buscar a un sacerdote y confiésate. Si no sabes cómo hacerlo bien pídele al Sacerdote que te lo explique, o sigue la guía de la práctica de la sección 4.7, que ya comprenderás bien más adelante. A partir de ahí acude los domingos y festivos a misa. En ella procura escuchar la Palabra de Dios y la homilía del Sacerdote, que muchas veces tratará de explicarla. Además, allí participarás del misterio de la Eucaristía en el que Cristo se entrega por ti por amor. Si no comprendes algunas cosas no te preocupes pues el camino de la Vida se recorre poco a poco. No olvides hacer de vez en cuando la Lectio Divina de las lecturas, sobre todo de las que no comprendes; y no dudes en acudir a los Sacerdotes si necesitas ayuda. Por último, ten siempre presente que todo en tu vida sirve para tu bien aunque no lo comprendas, porque... ¡Dios te ama!
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