Señor, tú eres mi Dios; te ensalzaré y alabaré tu nombre, porque realizaste magníficos designios, constantes y seguros desde antiguo.- Isaías 25, 1
Dios actúa en la historia La historia del pueblo de Israel es una historia donde Dios muestra su amor de forma concreta y tangible a una nación, pero también es una historia llena de dificultades por culpa de la rebeldía del pueblo. Ahora bien, todo esto les sucedía alegóricamente y fue escrito para escarmiento nuestro, a quienes nos ha tocado vivir en la última de las edades (1 Corintios 10, 11). ¿Qué significa esto? ¡Pues que la historia del pueblo de Israel es la tuya y la mía! Conocerla es conocer tu propia vida, y esto es fundamental para ver la acción de Dios en ella. Efectivamente, puede pasarnos que como a los discípulos de Emaús (Lucas 24, 13-35) estemos caminando con Dios pero no lo reconozcamos. Por eso, es fundamental que, como hicieron esos discípulos gracias a Jesús, conozcamos las Escrituras.
Los caminos de Dios Dios tiene una pedagogía similar en algunos aspectos a la que tiene un buen padre, pues Dios se ha revelado al hombre comunicándole gradualmente su propio Misterio mediante obras y palabras (Catecismo 69). Así pues, Dios se te da a conocer poco a poco, actuando como un padre en tu vida: amonestándote, guiándote, haciendo que te conozcas profundamente, consolándote y animándote. Y todo esto lo hace, entre otras formas, a través de su Palabra. Las Escrituras mismas se lo explican muy bien al pueblo de Israel, tras su largo paso por el desierto, diciendo:
Recuerda todo el camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer estos cuarenta años por el desierto, para afligirte, para probarte y conocer lo que hay en tu corazón: si observas sus preceptos o no. Él te afligió, haciéndote pasar hambre, y después te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres, para hacerte reconocer que no solo de pan vive el hombre, sino que vive de todo cuanto sale de la boca de Dios. Tus vestidos no se han gastado ni se te han hinchado los pies durante estos cuarenta años. Reconoce, pues, en tu corazón, que el Señor, tu Dios, te ha corregido, como un padre corrige a su hijo (Deuteronomio 8, 2-5).
Al final, el testimonio de San Pablo coincide con el de todos los cristianos: Por otra parte, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien (Romanos 8, 28a). Por eso confiamos en Dios aun en los momentos en los que no comprendemos el sentido de los acontecimientos de nuestra vida, pues sabemos que es cierto lo que Dios mismo dice sobre su Palabra: así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que cumplirá mi deseo y llevará a cabo mi encargo (Isaías 55, 11). Y como garantía de esto Dios ya ha vencido a la muerte, el destino inevitable de tu vida, y te ha dado la esperanza de la vida eterna gracias a Cristo Jesús nuestro Señor. Él mismo ha entrado en la muerte para mostrarte que no tienes nada que temer y para amarte hasta el extremo, dándote lo más grande que alguien te puede dar: a sí mismo. ¡Dios te ama ciertamente! Confía en Él, pues ciertamente sus caminos son los mejores para tu Salvación.
Práctica El Catecismo de la Iglesia Católica es también una fuente fiable de sabiduría y da las guías de interpretación de las Escrituras. Así pues, antes de empezar a adentrarnos en las Escrituras vamos a leer lo que dice el Catecismo sobre la historia de Salvación, en la que Dios viene al encuentro del hombre. A nuestro encuentro.
Además, comentar que siempre que tengas dudas sobre cualquier punto concreto de la Fe católica al primer sitio al que debes acudir es al Catecismo de la Iglesia Católica, que fue redactado con el objetivo de recopilar los puntos más importantes de las enseñanzas de la Iglesia.
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