Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos.- Isaías 58, 6
Ayuno y Amor Reducir al ayuno a no comer carne los viernes, y no comer nada algunos días concretos como el viernes santo, es una simplificación errada muy común que impide contemplar el verdadero poder de esta arma de la luz: engendrar el amor al prójimo en nosotros. A este respecto el profeta Isaías le dedica todo el capítulo 58 de su libro, ya que el pueblo de Israel, como tú y yo muchas veces, no le veía sentido al ayuno, pues no parecía tener efecto alguno: «¿Para qué ayunar, si no haces caso; mortificarnos, si no te enteras?» En realidad, el día de ayuno hacéis vuestros negocios y apremiáis a vuestros servidores; ayunáis para querellas y litigios, y herís con furibundos puñetazos (Isaías 58, 3-4a). Y continúa explicando, cuál es el ayuno grato a Dios: Este es el ayuno que yo quiero: soltar las cadenas injustas, desatar las correas del yugo, liberar a los oprimidos, quebrar todos los yugos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, cubrir a quien ves desnudo y no desentenderte de los tuyos (Isaías 58, 6-7).
Ayuno y Limosna Pero entonces... ¿De qué se trata el ayuno? ¿Hay que hacerlo junto con la limosna? Sí, pero no únicamente eso, pues Jesús dirá: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello (Mateo 23, 23). Es decir: el ayuno se trata de misericordia. El ayuno es un “salir de uno mismo”, y en este caso de una forma concreta: no comer. Y se hace para “salir hacia el otro” con actos de misericordia y caridad, dándole al otro lo que para ti mismo has privado. Por ejemplo, si un día haces ayuno voluntario: preparas una buena comida, e invitas a amigos necesitados (todos conocemos a alguien que pasa algún tipo de necesidad) y, mientras ellos comen, tu les sirves sin comer. Otro ejemplo: en vez de irte de cena con los amigos, le das ese dinero a alguien que lo necesita (practicando la limosna) y, ese día, acompañas a tus amigos después de cenar. Y por un día, vives tú lo que por desgracia es el pan diario de mucha gente. De esta forma, te haces mínimamente participe de sus problemas, y empieza a nacer en ti la caridad y la misericordia hacia el prójimo, es decir, hacia una persona concreta con nombre y apellidos. Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros (1 Juan 3, 11). El ayuno, al igual que la limosna y la oración, clama penitencialmente a Dios para que engendre su amor en ti.
Ayuno y Oración Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga (Mateo 6, 16). El ayuno, como la limosna, se nos invita a hacerlas en secreto para que no sea motivo de enorgullecernos, pues lo que buscan es precisamente lo contrario: hacer presente y real el amor al otro. Además, con el ayuno se nos invita también a la oración. Ya el maligno invitó a Jesús en el desierto a comer, pero él le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”» (Mateo 4, 4). Además, el ayuno nos hace presente la necesidad que tenemos todos nosotros de Dios, ya que el alimento del cuerpo es necesario, pero el alimento de Dios es mucho más necesario aún. Si por un día de ayuno ya estás débil... ¡Hazte una idea de lo que supone para tu espíritu un día sin Dios!
Ayuno y Obediencia La Iglesia tiene unas disposiciones sobre el ayuno, que obligan a los católicos a ayunar una hora antes de comulgar, el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo (Canon 1251)[61], y a abstenerse de carne todos los viernes del año, a no ser que coincidan con una solemnidad. Además, si por motivos de salud no podemos realizar estas disposiciones, se pueden sustituir por visitar enfermos o atribulados, hacer limosna, leer las escrituras u otras prácticas de caridad y piedad. Pero quizás podemos pensar... ¿No sería mejor ignorar esto e ir a otras cosas más importantes o que cuesten más? Ciertamente puedes y es bueno hacer otras cosas, pero también obedece a esto, pues Dios se complace en el humilde. Y no pienses que adquirirás la humildad sin las prácticas que le son propias: los actos de mansedumbre, de paciencia, de obediencia, de mortificación, de odio a ti mismo, de renuncia a tu propio juicio, a tus opiniones, de contrición por tus pecados, y de tantos otros; porque éstas son las armas que destruirán en ti el reino del amor propio, ese terreno despreciable de donde brotan todos los vicios y donde se alinean y crecen a placer tu orgullo y presunción (León XIII)[92]. Así pues, obedece a la Iglesia, pues Dios se complace mucho más en que le obedezcas a Él que en mil sacrificios y mortificaciones. De hecho, despreciar los mandatos de Dios es un pecado grave.
El verdadero Ayuno En resumen, el ayuno no es sólo una mortificación, no es cuanto más sufres mejor, no se limita a la comida, ni se hace de cosas insignificantes y únicamente en días puntuales: el ayuno es una forma de ponerse en el lugar del hermano necesitado y avivar así nuestro amor a los demás. Visto con este enfoque, se entienden perfectamente las palabras del profeta Isaías y de Jesús que reprochan un ayuno vacío que busca la autosatisfacción de pensar “mira qué bueno soy: hoy ayuno”. No. El ayuno es la humildad de “darle al otro lo que es para ti”, privándote voluntariamente de alimento (y de otras cosas como tv, móvil, compras, fútbol, etc) a la vez que ejerces la misericordia con el hermano necesitado. En definitiva, el ayuno es una penitencia que engendra el amor perdido y, por lo tanto, te acerca a Dios, que te ama y quiere tu bien.
Gula y voracidad Por último, una anotación sobre la gula, que suele asociarse a comer y beber mucho, lo cual es cierto, pero no es el único caso: la gula puede ser también el comer siempre cosas “exquisitas”, comer entre horas o comer durante mucho tiempo. Por supuesto, la alimentación es necesaria, pero debemos tener claro que comemos para vivir, y no vivimos para comer. Además, la gula fomenta cualquier exceso de otro tipo, pues al final es un “esto me gusta, pues lo cojo” sin límite. Y no es bueno para nosotros vivir dominados por nuestras pasiones. Así pues... ¿El objetivo del cristiano? Conseguir dominio de uno mismo: que no sea el cuerpo quien mande de mí, sino yo de mi cuerpo. El dominio propio es algo fundamental para poder ser verdaderamente libres y no esclavo de nuestras pasiones; por ello, pon freno a tu apetito si tienes mucha hambre; no mires con ansia sus manjares, porque es comida engañosa (Proverbios 23, 2-3). ¿Cómo vencer la gula? La gula del exceso, con el ayuno de comidas completas. La gula de la exquisitez, con el ayuno de un tipo de alimento concreto, como el chocolate. Y para una victoria completa... ¡Ambos! Mencionar, además, que hay casos donde en este ámbito pueden llegar a darse trastornos graves como la bulimia y la anorexia. En estos casos, lo mejor es realizar mucha oración y acudir a un especialista católico que nos ayude a superar el problema.
Práctica Para poner en práctica el ayuno vamos a hacer algo muy sencillo: ayunar. Por precepto de la Iglesia Católica debe ayunarse* una hora antes de comulgar, el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo (Canon 1251)[61]; y abstenerse de comer carne (y caldo hecho con carne) todos los viernes del año, salvo que coincidan con una solemnidad. La abstinencia puede ser sustituida, según la libre voluntad de los fieles, por cualquiera de las siguientes prácticas recomendadas por la Iglesia: lectura de la Sagrada Escritura, limosna (en la cuantía que cada uno estime en conciencia), otras obras de caridad (visita de enfermos o atribulados), obras de piedad (participación en la Santa Misa, rezo del rosario, etc.) y mortificaciones corporales. Sin embargo, en los viernes de cuaresma debe guardarse la abstinencia de carnes, sin que pueda ser sustituida por ninguna otra práctica (Conferencia Episcopal Española)[28].
Sin embargo es conveniente ir un paso más allá si queremos experimentar las gracias que concede el ayuno de una forma más continua. Por eso, proponemos, dentro de los límites saludables, hacer ayuno un viernes de cada mes del año, o lo que es lo mismo: doce ayunos al año extra. Y si por cualquier problema médico o de salud debes comer, puedes pedirle la dispensa* a tu párroco y hacer en su lugar ayuno de tv, ordenador, compras, móvil, hobby's, música, etc; mientras dedicas ese tiempo a visitar enfermos, atribulados, hacer limosna, o leer las escrituras.
Además, como siempre, todas estas cosas tienen una base muy fuerte en las Escrituras, que son para nosotros Palabra de Dios. Por ello, conviene realizar la Lectio Divina de los pasajes más importantes que hablan sobre el verdadero ayuno agradable a Dios.
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