Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón.- Hebreos 4, 12
Invocación al Espíritu Santo Para empezar la Lectio Divina hagamos la señal de la cruz y recemos el himno Veni Creator Spiritus. De esta forma pedimos al Espíritu Santo que nos ayude a comprender y poner por obra esta Palabra que vamos a escrutar.
Lectura y Meditación El pasaje del sacrificio de Isaac nos habla del verdadero significado de la confianza en Dios. Es un acontecimiento que nos demuestra cómo Dios es bueno y quiere que confiemos en Él sin ningún “pero”. Por eso, Dios le presentó una prueba a Abraham, y la respuesta de Fe de Abraham en esta prueba nos sirve hoy a todos nosotros de ejemplo y guía ante las situaciones que vivimos diariamente. El pasaje empieza así:
¿Por qué Abrahán accede tan fácilmente a esta petición tan impactante, y además le dice a los mozos “volveremos” y no “volveré”? Porque por la fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac: ofreció a su hijo único, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia». Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar de entre los muertos, de donde en cierto sentido recobró a Isaac (Hebreos 11, 17-19), como veremos más adelante. Porque la prueba tenía un sentido claro: poner de manifiesto la confianza y la Fe de Abraham en Dios. No se trata, pues, de un sacrificio humano, sino de una simple prueba de confianza, una pregunta de Dios a Abraham que dice: ¿Soy o no bueno?
Pero esta no es sólo una prueba de confianza, sino también de amor. Pues Dios le pide que le entregue a su único, al que ama. Y al igual que Abraham nosotros muchas veces tenemos un único, algo o alguien al que amamos... ¿Quizás más que a Dios? Este es el otro propósito de la prueba. Que Abraham vea lo que hay en su corazón y si ha hecho de su hijo un ídolo pidiéndole la vida y la felicidad a él. Esto hubiera provocado que Abraham fuese esclavo de su hijo, dependiente de su afecto y su salud. Únicamente si amamos primero a Dios podemos amar a los demás libremente, sin pensar en el “qué dirán” o temer en perder su “afecto”. Por eso, en esta prueba, Abraham debe hacer una elección... ¿Dios o mi único? Y como veremos mas adelante, elegir a Dios no significa perder a su hijo y quedarse sin nada, sino recibirlo todo de Aquel que todo lo posee y que se lo ha dado todo.
Esta parte nos muestra cómo Abraham no duda de Dios en ningún momento, pese a lo difícil que debió ser responderle a su hijo esa pregunta. Pero tampoco le miente al responderle, pues Abraham sabía que Dios le amaba y que, de una forma u otra, todo saldría bien. Isaac aquí es figura de Jesucristo, pues como hizo Él, Isaac cargó con el madero sobre el que iba a morir. Y como Él, no se quejó de ello. De hecho, como vamos a leer ahora, tampoco se resistió, pues hubiera sido muy fácil desasirse y huir de un anciano como Abraham. ¡Qué confianza la de Isaac! ¡Qué confianza la de Abraham!
Este es el momento clave donde Dios actúa y le revela a Abraham el propósito de su petición: Dios no quiere el sacrificio de Isaac, sino la confianza plena de Abraham. Además, es importante darse cuenta de que, de nuevo, vemos cómo el ángel llama a Isaac “tu único”. Dios sabe que solo podemos ser libres para amar a los demás si lo amamos primero a Él. Porque si no, siempre estaremos liados con los afectos, con el qué dirán, con nuestra imagen, con el si le sentará bien o no lo que diga, etc. Por ello, para que Abraham pueda ser libre para amar verdaderamente a su hijo, conviene que Dios sea el primero en su vida. Y esta prueba ha demostrado que sí lo es.
¿Y nosotros? ¿Somos libres de cara a los demás? ¿Podemos libremente elegir a Dios el primero? ¿O aún pensamos en el qué dirán si manifiesto que soy católico? ¿Le sentará mal a alguien que quiera ir a misa primero? ¿Prefiero el futbol, un hobby, quedar con los amigos, o cualquier otra cosa antes que a Dios? Y a mis amigos o familiares... ¿Les hablo de Dios o me callo, no sea que me miren mal? Para ser verdaderamente libres hay que poner a Dios el primero. El primero. Sin “peros”. Sobre todo lo demás. Y esto no significa perder lo demás, sino ganar la capacidad de ver en las cosas simplemente cosas, y en las personas hijos de Dios dignos de tu amor, es decir, hermanos con los que puedes relacionarte con total libertad.
Conviene destacar cómo Dios no quiere, por amor a Abraham, que él pase por lo que Él sí pasó, por amor a nosotros, con su hijo Jesucristo. ¡Qué amor tan grande el de Dios! Nótese, además, que con la elección de Dios uno siempre gana. Abraham conservó a su hijo y le fue prometida una descendencia mucho mayor y mejor. Dios le dio el ciento por uno. Porque Dios, efectivamente, provee. Y contigo, si te decides seriamente por Dios y únicamente por Él, también hará lo mismo. ¿Lo primero? Conocerle personalmente, por supuesto. ¡Y dejarse amar por Él!
Una vez terminada la meditación, permanezcamos cinco minutos en oración silenciosa, meditando a la luz de la Palabra la siguiente pregunta: “¿Qué me dice Dios a mi vida concreta con esta Palabra?” Cuando más práctica, concreta y aplicada a nuestra vida sea la respuesta, mejor. Porque con esta Palabra Dios te esta hablando hoy personalmente a ti.
Oración Continuemos la Lectio Divina con una oración personal a nuestro Padre celestial, pidiéndole lo que necesitamos para llevar a nuestra vida esta Palabra, y dándole gracias por habernos ayudado a comprenderla. A continuación, recemos el Padre Nuestro y no nos olvidemos de nuestra madre María saludándola con un Ave María. Terminemos, finalmente, realizando la señal de la cruz con la intención de llevar esta Palabra con perseverancia a nuestra vida diaria, sin dudar nunca de que... ¡Dios nos ama!
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