Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón.- Hebreos 4, 12
Invocación al Espíritu Santo Para empezar la Lectio Divina hagamos la señal de la cruz y recemos el himno Veni Creator Spiritus. De esta forma pedimos al Espíritu Santo que nos ayude a comprender y poner por obra esta Palabra que vamos a escrutar.
Lectura Para poner en contexto esta lectura conviene mencionar que este dialogo que vamos a leer ocurre cuando Abraham lleva ya años caminando y esperando el cumplimiento promesa que Dios le había hecho: un hijo. Y durante esta espera llega un momento donde Abraham duda y decide por su cuenta interpretar que lo que en realidad quería Dios es que tuviera un hijo con una de sus siervas, y que este fuera adoptado por su esposa para convertirlo en su hijo real, según permitía la ley de aquel entonces. Ese hijo se llamó Ismael, pero no era el hijo de la promesa de Dios. Por eso, Dios vuelve a ver a Abraham y le dice lo que vamos a leer a continuación:
Pero Abraham no es el único que se ríe y duda: Sara también lo hace. Y esto lo podemos leer en uno de los paralelos de la lectura, que dice lo siguiente:
Estas actitudes contrastan con la de María que, por el contrario, tras una breve sorpresa, su última palabra fue un “hágase”, con la plena confianza de que Dios todo lo puede. Podemos leerlo en el pasaje de la anunciación, que es otro paralelo de la lectura:
Meditación Esta lectura nos habla de las promesas de Dios: las promesas que Él nos hace a nosotros. Y nos habla de la confianza en Dios. Efectivamente, Abraham y Sara, tras mucho tiempo de espera y camino, dudaron. Y Abraham interpretó y reinterpretó lo que Dios le había dicho, y decidió que era mejor si él mismo hacía algo al respecto. Es, en definitiva, lo que muchos dicen: «a Dios rogando pero con el mazo dando»*. Y eso hacemos muchas veces nosotros que, cansados de esperar, damos el puñetazo sobre la mesa y decimos: ¡Yo lo voy a hacer mejor! Pero Ismael no era el hijo real de Sara y esto trajo muchos problemas, discusiones y riñas entre la criada y Sara, que dividían a toda la familia y amargaban a Abraham. ¡Y los mismos problemas traen tantas veces nuestras “soluciones” y apaños a las promesas de Dios!
Por otro lado está la figura de María, que simplemente dice “hágase”. ¿Que quieres que tenga un hijo virgen? ¡Que así sea! ¿Que eso en aquella época era juzgado como adulterio y condenado a la pena de muerte, por apedreamiento, antes de que el hijo naciera? Ni siquiera hace falta mencionarlo, ni mucho menos preocuparse: Dios se encargará de todo, pues Él ha dicho que su hijo iba a nacer. ¿Que como prueba de lo que dice me cuenta que una familiar de la que hace años que no sé nada está embarazada? Pues me lo creo, y de hecho voy a visitarla para ayudarla. ¿Que todo esto parece un sinsentido? ¡Pero para Dios no hay nada imposible! Si Él lo promete, lo cumplirá. Con esta actitud María nos muestra el verdadero significado de la palabra «fiarse», que conviene imitemos en nuestra vida. De hecho, a esta frase se la llama el «fíat» de María.
Y tanto en un caso como en el otro, el resultado fue el mismo: Dios cumplió su promesa. Y de hecho, Abraham aprendió de su error y ya no volvió a dudar más de Dios. Por eso, fue capaz luego de hacer lo que Dios le pedía aunque pareciera un sinsentido. Pero Dios, de nuevo, no falló, y mostró su poder. ¿Y nosotros? Mira las promesas que Dios te ha hecho: que te dará la vida eterna, que va a engendrar en ti un hombre nuevo capaz de amar hasta el extremo, que su amor por ti no se acabará, que nunca te abandonará y que a su lado conocerás el verdadero Amor. ¡Él las va a cumplir! Pero... ¡Cuidado! No confundamos las promesas de Dios con lo que nos gustaría que Dios nos prometiera o con lo que le hemos pedido. Dios cumple sus promesas, no tus caprichos: salud, dinero y placer no son las prioridades de Dios, sino tu alma, tu salvación y tu amor. No dudes que al final, si no dejas de insistir en recorrer el camino de la Vida, Dios cumplirá lo prometido. La pregunta clave es... ¿Lo crees como María, o dudas como Abraham y Sara?
Una vez terminada la meditación, permanezcamos cinco minutos en oración silenciosa, meditando a la luz de la Palabra la siguiente pregunta: “¿Qué me dice Dios a mi vida concreta con esta Palabra?” Cuando más práctica, concreta y aplicada a nuestra vida sea la respuesta, mejor. Porque con esta Palabra Dios te esta hablando hoy personalmente a ti.
Oración Continuemos la Lectio Divina con una oración personal a nuestro Padre celestial, pidiéndole lo que necesitamos para llevar a nuestra vida esta Palabra, y dándole gracias por habernos ayudado a comprenderla. A continuación, recemos el Padre Nuestro y no nos olvidemos de nuestra madre María saludándola con un Ave María. Terminemos, finalmente, realizando la señal de la cruz con la intención de llevar esta Palabra con perseverancia a nuestra vida diaria, sin dudar nunca de que... ¡Dios nos ama!
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