El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.- Isaías 50, 4
Mensaje a los cansados «El señor ha sido grande conmigo, Él es mi fuerza y, como dice Isaías, mañana tras mañana abre mi oído con su palabra, para instruirme y guiarme a lo largo del día.» Esa es la experiencia de todos los cristianos y de ello dan fe. Los católicos que han conocido a Dios pueden decir que, cuando estaban cansados de vivir, tristes, angustiados, enfermos, confusos, histéricos o estresados y han pasado de Él porque sus problemas eran más urgentes e importantes, Él los ha sacado de ahí con un amor infinito y de una forma sorprendente. Y esta experiencia la comparten muchísimas personas. ¿Crees que es mentira? ¿Crees que exageran? ¿Que esto son cuentos de viejas? ¿Que Dios no existe? ¿Que a ti nadie te puede ayudar? ¿Que lo tuyo no tiene solución? ¿Que nada puede cambiar? ¿Que Dios no te puede ayudar? ¡Desengáñate! Somos como tú y, aunque quizás la situación sea diferente, lo tuyo sea más grave, no creas en Dios o cualquier otra cosa que se te ocurra, la verdad es que Dios está deseando encontrarse contigo y mostrarte la historia más bella de amor que existe: la historia de Salvación de tu vida. ¿Y por qué? Pues por amor, porque te quiere como eres: Aunque los montes cambiasen y vacilaran las colinas, no cambiaría mi amor, ni vacilaría mi alianza de paz -dice el Señor que te quiere- (Isaías 54, 10). Efectivamente... ¡Dios te ama!
Esta es nuestra experiencia y, por eso, le damos gracias cuando nuestra debilidad nos lo permite. Por eso, si estás cansado de todo... ¡Hay una buena noticia para ti! ¡El Reino de Dios ha llegado ya! Y esto significa que hoy, seas quien seas y vivas en la situación que vivas, puedes ser feliz. Más concretamente: Dios puede hacerte verdaderamente feliz. Puede hacerte redescubrir la alegría de vivir. ¡Puedes ser feliz en tu situación! Porque la felicidad no está en tener algo o en ser alguien, no está en que te vaya todo bien, en el trabajo estable, buena salud, dinero, amigos, ligues o cualquier otra cosa que se te pueda ocurrir. La felicidad está en poder conocer el amor que Dios te tiene y vivir cada día en paz, confiando en Él. Como dijo el apóstol San Pablo: Más aún: todo lo considero pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo perdí todo, y todo lo considero basura con tal de ganar a Cristo (Filipenses 3, 8). Pues... ¡Dios te ama!
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