¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré.- Isaías 49, 15
Mensaje a los olvidados ¿A quién no le ha pasado nunca el sentirse solo y abandonado? Todos lo hemos vivido alguna vez. De hecho, en la sociedad en la que vivimos es cada vez más común encontrarse familias rotas o desestructuradas, amigos peleados, relaciones de años abandonadas y un largo etcétera de situaciones que relegan inexorablemente a uno en el infierno de la soledad. Y no, no es una exageración, quien ha pasado por ahí lo sabe: la soledad puede llegar a convertirse en una auténtica pesadilla. Mira a la derecha, fíjate: nadie me hace caso; no tengo adónde huir, nadie mira por mi vida (Salmo 142, 5). ¡Cuánta pena! Pero... ¿Cuál es la raíz de éste sufrimiento? Pues simplemente el pensar que no contamos para nadie, que no “somos” para nadie o, en definitiva, que nadie nos quiere... ¡Nada más lejos de la realidad! ¡Dios te ama y no te abandona nunca! ¡Efraín es mi hijo querido, él es mi niño encantador! Después de haberlo reprendido, me acuerdo y se conmueven mis entrañas. ¡Lo quiero intensamente! -oráculo del Señor- (Jeremías 31, 20). ¡Y Dios ha preparado para ti una historia maravillosa!
Ciertamente, tener la experiencia de haber sido abandonado o ser “olvidado” es muy doloroso. Pero tener la experiencia de que Dios no lo hace te reconforta y consuela hasta límites insospechados. Pues sólo Dios basta (Santa Teresa de Jesús)[6]. Por eso... ¡Alégrate! No estás sólo, nunca lo has estado y nunca lo estarás: Dios te acompaña cada paso del camino. Como dice el profeta Isaías: ¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré (Isaías 49, 15). Además, muchas veces los momentos de mayor soledad son los que más a menudo Dios se hace más presente en la propia vida, hasta en los más pequeños detalles. Por eso, si hoy no ves a Dios cerca de ti... ¡Presta atención a tu alrededor! Pues ciertamente Dios está amándote desde más cerca de lo que crees. Efectivamente, nadie está realmente solo en este mundo: Dios siempre busca encontrarse con cada uno de nosotros. ¡Y tú no eres una excepción!
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