No preguntes: «¿Por qué el pasado resulta mejor que el presente?». Eso no lo pregunta un sabio.- Eclesiastés 7, 10
El pasado no fue mejor Muchas veces se dice que el tiempo pasado fue mejor. Muchas veces recordamos nuestro pasado, nuestra niñez, adolescencia o algún otro periodo de nuestra vida y creemos que fue mejor que el que vivimos ahora, pero esto no es cierto. En realidad juzgas que esos tiempos pasados son buenos, porque no son los tuyos (San Agustín)[3], es decir, porque no son los que tienes que vivir ahora y los que te producen sufrimiento ahora. Pero entremos en detalles.
Muchos psicólogos afirman que los buenos recuerdos duran más tiempo en nuestra memoria, a excepción de los traumas, por lo que si miras al pasado verás muchas más cosas buenas que malas. No es que en el pasado todo haya sido bueno, es que sólo te acuerdas de lo bueno. Y cuanto más retrocedes en el tiempo, mayor es este efecto. Por eso tienes esa sensación de que el pasado es mejor que el presente. Pero la realidad es diferente: hay momentos malos y buenos y, normalmente, no vienen solos. Siempre es así. Y claro está, cuando más creces mayores son los problemas a los que te enfrentas, pero mayores son también las alegrías que recibes.
Dice la Escritura que no preguntes: «¿Por qué el pasado resulta mejor que el presente?». Eso no lo pregunta un sabio (Eclesiastés 7, 10). No es de sabios preguntarlo porque el presente es lo único que tienes para vivir. El pasado ha pasado, y no se puede cambiar. Lo único que puedes hacer es aprender de él, empaparte de la corrección para evitar repetir tus errores. Pero, al final, lo único que vivimos es el presente y, por eso, Dios te invita seriamente: ¡Vive el Hoy! Y no debes olvidar que tiempos malos en la historia ha habido muchos, pero... ¿Acaso el tiempo de la primera guerra mundial fue mejor que este? ¿Acaso el tiempo de la edad media con sus grandes epidemias que diezmaban la población era mejor que este? ¿Acaso el tiempo de las dictaduras fue mejor que este? ¡No! Así es que tenemos más motivos para alegrarnos de vivir en este tiempo que para quejarnos de él (San Agustín)[3]. Y estoy seguro que volverán tiempos realmente malos, pues el hombre olvida fácilmente estas tragedias. Pero el hoy, aunque no sea perfecto, no es ese tiempo. Por eso, aprovecha hoy para volver a Dios y fortalecer tu fe, de forma que cuando lleguen los tiempos difíciles puedas vivir con la paz que da el saber que... ¡Dios te ama!
Pero acaso... ¿Quieres cambiar el mundo? Tú no puedes, pero Dios sí. Por ello, es fundamental cambiar primero nosotros mismos, dejando que Dios sea el Dios de nuestra vida, de nuestros afectos, de nuestro dinero, de nuestros recursos, de nuestras relaciones, de nuestros bienes, de nuestro tiempo y de nosotros mismos. Y de esa manera, Dios hará en ti maravillas capaces de cambiar no solo el mundo, sino algo mucho más difícil de cambiar: el corazón de una persona. Por eso... ¿Quieres ayudar a que estos tiempos sean mejores? ¿Quieres ayudar a los pobres del mundo? ¿Quieres cambiar el mundo? ¡Empieza por convertirte tú mismo! El resto, si tú le dejas, lo hará Dios a través de ti y de todo lo que tú has puesto a su disposición... pues así es como nacen los misioneros y la misión en sí misma. ¡Porque Dios nos ama!
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