Ensalzad al Señor con vuestra alabanza, todo cuanto podáis, que él siempre os superará; y, al ensalzarlo, redoblad vuestra fuerza, no os canséis, que nunca acabaréis.- Eclesiástico 43, 30
La tristeza La tristeza puede invadir nuestro corazón por muchos motivos: un familiar que se muere, un noviazgo que no ha tenido éxito, una enfermedad dolorosa, la precariedad económica, etc. La tristeza es dolorosa, hasta el punto de que puede hacernos llorar muy amargamente. Y no suele venir sola: confusión, murmuración, desprecio de uno mismo o de Dios, desesperación, impaciencia, depresión, y un largo etcétera la acompañan. Pero hoy hay una palabra diferente para ti: ¡Dios es tu esperanza! ¡Él te ama! ¡Alégrate! No hay nada más poderoso contra la tristeza que la esperanza y la alegría que da el conocer el amor de Dios, pues Dios está contigo y conoce personalmente tu sufrimiento. Efectivamente, Jesús se hizo hombre y experimentó en su propia carne el sufrimiento y la muerte. Y de ese sufrimiento, y de esa muerte... ¡Dios lo rescató! Y lo mismo va a hacer contigo, porque... ¡Dios te ama! Pues sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros: designios de paz y no de aflicción, daros un porvenir y una esperanza. Me invocaréis e iréis a suplicarme, y yo os escucharé (Jeremías 29, 11-12).
Por eso, destierra de ti la tristeza y alégrate, porque Dios te ama... ¡Bendito sea Dios! Porque el amor de Dios es el más grande de todos: más grande que el que te tiene tu madre, padre, marido, hijo, hija, novio, novia o quien sea; y más grande que el que tú le tienes a nadie... ¿O es que aún no lo has conocido? Recuerda que Jesús nos dice: Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados (Mateo 5, 5). ¿Por quién serán consolados? ¡Por Dios mismo! Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados (Isaías 49, 13). ¡De ti y de mi se ha compadecido! ¡A ti y a mi nos ama! Esta es nuestra esperanza y nuestra Fe. Por eso, si hoy estás triste, si hoy estás llorando... ¡Alégrate, pues Dios viene a consolarte! Y lo hará quizás a través de una persona, quizás a través de un acontecimiento, quizás simplemente leyendo esto, o quizás de cualquier otra forma. Pero lo hará, y será en el momento perfecto... ¡Ánimo! Pues incluso después de la muerte, Dios consuela a sus hijos, como dice el Apocalipsis: Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido (Apocalipsis 21, 4).
Tiempo de prueba ¿Estás pasando por un tiempo de sufrimiento? ¿Se te presentan los problemas uno detrás de otro sin parar? Es un tiempo de prueba. La prueba para un cristiano es un tiempo de conocer profundamente nuestro propio ser, acogernos a Dios con humildad y contemplar los prodigios del amor de Dios. Durante la prueba se conocen muchos de los límites que tenemos, y queda patente en nosotros que no somos dioses. Por eso, si con humildad y perseverancia nos acogemos al que sí es Dios, a su tiempo, tendremos también la experiencia de cómo Él es fuerte en nuestra debilidad. Porque al final, por otra parte, sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien; a los cuales ha llamado conforme a su designio (Romanos 8, 28).
Las Escrituras nos indican cómo debemos vivir en la prueba: Hijo, si te acercas a servir al Señor, prepárate para la prueba. Endereza tu corazón, mantente firme y no te angusties en tiempo de adversidad. Pégate a él y no te separes, para que al final seas enaltecido. Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y sé paciente en la adversidad y en la humillación. Porque en el fuego se prueba el oro, y los que agradan a Dios en el horno de la humillación. En las enfermedades y en la pobreza pon tu confianza en él. Confía en él y él te ayudará, endereza tus caminos y espera en él. Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia y no os desviéis, no sea que caigáis (Eclesiástico 2, 1-7). Así pues, en la prueba debes tener una esperanza: No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y él no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación hará que encontréis también el modo de poder soportarla (1 Corintios 10, 13). Dios te ama, y todo sufrimiento tiene un sentido en Él. Además, Dios no te va a abandonar, sino que está siempre contigo, pues... ¡Te ama! ¡Bendito sea Dios!
La alegría del cristiano Ser cristiano es una verdadera alegría. La alegría es como el signo del cristiano... un cristiano sin alegría o no es cristiano o está enfermo. [...] La alegría es como el sello del cristiano, también en el dolor, en las tribulaciones, aun en las persecuciones (Papa Francisco)[47]. Por tanto, si no vives con alegría el ser cristiano, si para ti es simplemente una carga o una obligación, si te limitas a cumplir y ya está, no has descubierto aún lo que realmente significa ser cristiano. ¡Te invitamos a que lo conozcas, pues no hay alegría más grande que esta! Y... ¿Por qué deberíamos estar alegres? Porque Dios te ha creado y ha creado un bello mundo a tu alrededor. Porque ha decidido intervenir en la historia humana a tu favor, culminando su intervención en Jesús. Porque Jesús ha recibido tus insultos, tus desprecios, tu mal, tu muerte, tu pecado, tu soberbia y tu ingratitud. ¿Y para qué? Para que tú recibas la riqueza, la paz, el bien, el amor y la vida de Él. Porque Jesús ha sido crucificado por ti, para que tú recibas la salvación de Él. ¡Porque Dios te ama!
¿El problema es que estás sufriendo? Dios te salvará, y aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios. Esperábamos en él y nos ha salvado. Este es el Señor en quien esperamos. Celebremos y gocemos con su salvación» (Isaías 25, 9). Ten presente que el peor mal, el inevitable, la muerte, ya ha sido vencida. Así que, aunque estés en el peor de los casos y tu destino sea la muerte, gracias a Dios tu destino ahora es la vida... ¡Y una vida que no se acaba! Pero... ¿Cómo recuperar esta alegría si la hemos perdido? ¡Dejándote amar por Dios! Simplemente, disfruta de lo que Él te regala cada día y descansa en Él, como un niño en brazos de su Padre. Además, recuerda emplear los dones que Dios te ha regalado, con los que puedes combatir al maligno que quiere que te entristezcas y dudes del amor de Dios. Ten también siempre presente a la Iglesia, tu Madre y guía en el camino, que mediante los Sacramentos te prepara adecuadamente para recibir este amor gratuito e inconmensurable de Dios. ¡Para que vivas con la alegría de saberte amado por Dios! ¡El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres (Salmo 126, 3)!
Gloria sólo a Dios La alabanza a Dios es fundamental en la vida del cristiano, y nace del corazón agradecido que ha visto el amor y la misericordia de Dios en su propia vida. Por eso decimos: Señor, tú eres mi Dios; te ensalzaré y alabaré tu nombre, porque realizaste magníficos designios, constantes y seguros desde antiguo (Isaías 25, 1). El amor de Dios nos alegra profundamente el corazón y suscita en nosotros agradecimiento, que se transforma en alabanza. Y yo te daré gracias, Dios mío, con el arpa, por tu lealtad; tocaré para ti la cítara, Santo de Israel (Salmo 71, 22). Efectivamente, Dios merece siempre la alabanza, incluso cuando estás en tiempos difíciles y no ves nada. En esos momentos conviene confiar en Dios y continuar alabándolo, pues Él saldrá vencedor en su momento. Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca (Salmo 34, 2). Y esta alabanza no es infundada... ¿O ya has olvidado tu historia? Dios, que te ha ayudado tantas otras veces, también te ayudará en esta ocasión. Posiblemente, incluso lo esté haciendo ya, aunque aún no te percates de ello. Además, venciendo a la muerte ya te ha dado la mejor esperanza: la vida eterna. Por eso... ¡Alégrate hija de Sión, grita de gozo Israel, regocíjate y disfruta con todo tu ser, hija de Jerusalén (Sofonías 3, 14)! Sin embargo, recuerda que todo esto no significa que todo te va a ir bien, sino que tú iras bien en medio de todas las dificultades, pues... ¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado (Romanos 8, 35.37).
La alabanza principal del cristiano tiene lugar durante la Eucaristía: en Jesús. Por medio de él, ofrezcamos continuamente a Dios un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de unos labios que confiesan su nombre (Hebreos 13, 15). Así pues, en la Eucarístia alabamos a Dios, pues hacemos presente y real el sacrificio de Cristo en la cruz por nosotros. Cristo muere por amor a nosotros, para salvarnos de la muerte que nos esclaviza al pecado, y para regalarnos una vida nueva... ¡La vida eterna! ¿Cómo no alabar este amor tan grande que Dios nos demuestra? En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno (Prefacio)[30]. Y por ello, un cristiano hace todo lo posible por asistir a esta gran fiesta que es la Eucaristía. Hay que destacar también que nuestra alabanza a Dios se une la alabanza de toda la creación, y a la alabanza de millones de cristianos en todo el mundo. Por eso, da igual dónde estés, alaba siempre al Señor con tus palabras y con tus acciones. Que tu vida entera sea una continua alabanza a Dios. En definitiva... Bendito sea el Señor, Dios de Israel, el único que hace maravillas; bendito por siempre su nombre glorioso; que su gloria llene la tierra. ¡Amén, amén! (Salmo 72, 18-19). ¡Porque ha sido inmenso su amor con nosotros!
Práctica Quizás os preguntéis qué tiene que ver la alegría y la alabanza a Dios con el amor. La respuesta es que mucho, porque si las cosas no se hacen con alegría y bendiciendo a Dios en todo momento, se hacen con tristeza o como una obligación. Y si esto es así ya no hay caridad sino más bien un legalismo. No hay amor, sino simplemente un cumplimiento vacío. Al final, es lo mismo que nos pasa cuando empezamos a salir con alguien: esa alegría y esas ganas de estar con la persona amada son las que tiene un cristiano con Dios. Una alegría que muchas parejas pierden por culpa de la rutina, y que nosotros también tenemos el peligro de perder con Dios, también por la rutina. ¡Vivamos, pues, con la alegría de encontrarnos cada día con quien más nos ama!
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