Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.- Juan 15, 12
La práctica del Amor Es muy bonito hablar del amor y de que hay que amar a Dios y al prójimo. Pero todo esto es vanidad si no se pone en práctica... ¿Y cómo se pone en práctica el amor? Pues bien, Jesús mismo en el Sermón del Monte (Mateo 5-7) nos explica cómo podemos amar al prójimo de forma muy práctica y concreta, y esto es fundamental porque si alguno dice: «Amo a Dios», y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve (1 Juan 4, 20). Sin embargo, el amor no es algo que se pueda crear con esfuerzo y compromiso, sino que nace en nuestro interior como respuesta al amor de Dios. Así pues, si no puedes amar debes buscar a Dios, pues si podemos amar es porque él nos amó primero (1 Juan 4, 19b). Y sólo cuando experimentes la gran misericordia y el gran amor de Dios, nacerá de ti una gratitud y un torrente de vida tan inmenso que podrás amar, sin miedo a las consecuencias. Por ello... ¡No pierdas nunca una oportunidad para estar con Dios!
El Sermón del Monte El Sermón del Monte (Mateo 5-7) empieza con las bienaventuranzas (Mateo 5, 1-12), que básicamente nos muestran cómo puede ser feliz una persona: siendo pobre de espíritu, manso, llorando, con hambre y sed de justicia divina, misericordioso, limpio de corazón, trabajador de la paz y perseguido por Cristo. Pero... ¿Así puede uno ser feliz? ¿No será más bien defendiendo tus derechos, estando alegre, disfrutando de la vida, haciendo justicia y siendo rico? Pues no, y creerse esto es realmente un reto que requiere romper los esquemas mentales propios, pues el mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios (1 Corintios 1, 18). ¿Y tú? ¿Te crees que las bienaventuranzas reflejan el camino de la Vida? ¿Quieres vivir así?
Pero la cosa ahora se pone interesante, porque a continuación Cristo nos llama a ser luz y sal en el mundo. ¿Cómo? Superando la justicia del mundo con creces y hasta extremos que, en apariencia, pueden parecer ridículos. Efectivamente, Jesús nos plantea en su discurso la justicia nueva, superior a la antigua (Mateo 5, 20-48) cosas tan inverosímiles como no hagáis frente al que os agravia (Mateo 5, 39b) y amad a vuestros enemigos (Mateo 5, 44b). Sí, habéis oído bien, no dice odiadlos, haced justicia o ignoradlos; dice amadlos. Mencionar en este punto que la posición oficial de la Iglesia Católica es que en el Sermón del Monte hay preceptos generales necesarios para alcanzar la Salvación, y consejos específicos necesarios únicamente para lograr la perfección en el Amor. Pero esto no significa que podamos desatender a esos consejos de perfección, pues... ¿Qué es lo que quiere Cristo de ti y de mi? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (Mateo 5, 48). Efectivamente, si queremos ser verdaderos cristianos no podemos aspirar a menos que a la perfección, aunque la Iglesia y Dios tengan misericordia de nuestra debilidad en relación a nuestra Salvación.
Sobre la limosna, la oración y el ayuno, habla Jesús a continuación. En su discurso se condena a quienes practican estos actos para obtener la aprobación de la gente, no realizándolos con la actitud propia de la caridad y en secreto. Y acto seguido, Jesús nos habla del dinero, ese ídolo que tanto daño hace a nuestra sociedad y sobre el cual, por desgracia, gira todo. ¿Y qué nos dice? No podéis servir a Dios y al dinero (Mateo 6, 24b). ¿Pero cómo vivir sin servir al dinero? Mediante el abandono en la Providencia (Mateo 6, 25-34) de Dios, es decir, vendiendo todos los bienes. ¿O no crees que Dios te ama y provee en tu vida? De este tema ya tratamos en profundidad anteriormente, pero recordad que esto no significa no tener dinero, sino que el dinero no te tenga a ti. Y que esto sea verdad en tu vida, no sólo mera palabrería. Por eso... ¡Ponte a prueba! Otros temas importantísimos que se tratan en el sermón son el de no juzgar (Mateo 7, 1-5), la Regla de oro (Mateo 7, 12) y, por supuesto, una fuerte exhortación a llevar el amor a la práctica como hacen los verdaderos discípulos (Mateo 7, 21-27). En definitiva, el sermón del monte es tan elevado que sólo el hombre nuevo, engendrado por Cristo en cada uno de los cristianos, es capaz de permitir a Dios que lo lleve a la práctica en nuestra propia vida hasta las últimas consecuencias.
Con Dios, sí se puede La práctica del Amor no es imposible, pues Cristo mismo ha llevado el amor a la práctica: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz (Filipenses 2, 6-8). ¿Y qué pasó en el proceso? Despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultaban los rostros, despreciado y desestimado. Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca (Isaías 53, 3.7). En otras palabras, Él amó al enemigo que lo crucificó injustamente, y sigue amándolo ahora. Y nos sigue amando aun cuando nosotros lo negamos en nuestra vida, es decir, cuando decidimos vivir alejados de Él. Además, en la cruz Jesús no juzgó ni condenó, sino que perdonó y se abandonó a la providencia de Dios, su Padre, haciéndose perfecto en el amor. ¡Ante la mayor injusticia y violencia, Él devolvió sólo amor!
Pero lo más impresionante no es esto, sino el hecho de que Dios lo puede hacer también en ti. Y lo hace a través del hombre nuevo que ya ha engendrado en ti el Bautismo. Pero para ello debes alimentar a este hombre nuevo correctamente, es decir, debes vivir, en lo que Dios te permita, como el hijo de Dios que eres. Tú afirma a Dios en tu vida y Dios hará posible lo que para ti es imposible. Pues lo que era imposible a la ley, por cuanto que estaba debilitada a causa de la carne, lo ha hecho Dios: enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne, para que la justa exigencia de la ley se cumpliera en nosotros, los que actuamos no de acuerdo con la carne, sino de acuerdo con el Espíritu (Romanos 8, 3-4). En pocas palabras, Dios te va a regalar la práctica del Amor poco a poco... ¿Quieres aceptarlo? Los Santos aceptaron, y por eso ahora son Santos. Y basta ver la vida de algunos de ellos, como San Francisco de Asís o Santa Teresa de Lisieux, para demostrar que efectivamente... ¡Con Dios sí se puede! Pero cuando y como Él quiera.
Práctica El Sermón del Monte lleva a la perfección los diez mandamientos, es decir, las diez palabras de vida, que Dios regaló a su pueblo: a nosotros. ¡Y va mucho más allá! Pero es imposible practicar en la vida este amor tan sublime si Dios no te lo concede. Y por eso mismo, si lo hace... ¡No pierdas la oportunidad! Vamos primero a conocer seriamente a qué estamos llamados todos los cristianos, haciendo la Lectio Divina de los fragmentos más importantes del Sermón del Monte, es decir... ¡De todos ellos! Además, conviene recordar cómo Cristo llevó a la práctica todo esto, hasta el extremo de dar su vida en medio de injusticias por amor a ti.
Por último, destacar que es importantísimo en todas nuestras oraciones recordarle a Dios que haga crecer en nosotros el hombre nuevo capaz de amar, es decir, capaz de llevar a la práctica este amor tan extremo y maravilloso que su Hijo nos ha enseñado. Para ello, oremos constantemente.
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