¡Enhorabuena, has encontrado un tesoro! Este artículo es parte de un curso que te invitamos a conocer: Curso Católico.

5. Vivir en la Iglesia

El grupo de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común.
- Hechos 4, 32

La Iglesia de Cristo Jesús fundó su Iglesia, es decir, su pueblo, cuando le dijo a Pedro: Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará (Mateo 16, 18). Y a partir de ahí, y con la ayuda del Espíritu, se ha escrito toda la historia de la Iglesia hasta la actualidad. Una larga historia en la que las luces prevalecen ampliamente sobre las tinieblas que la empañan. Una historia que ha permitido que tú hoy puedas conocer el inmenso amor de Dios. Además, cuando el Hijo terminó la obra que el Padre le encargó realizar en la tierra, fue enviado el Espíritu Santo el día de Pentecostés para que santificara continuamente a la Iglesia (Catecismo 767). Para realizar su misión, el Espíritu Santo “la construye y dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos” (Catecismo 768). ¡Que bendición más grande de Dios! La Iglesia está llamada en la tierra a manifestar el signo máximo de la presencia de Dios: el amor perfecto y la comunión.

Así pues, la Santa Iglesia Católica es para todos nosotros una Madre, que a través de diversas personas que Dios pone oportunamente, nos trasmite la Fe y nos ayuda a recorrer el camino de la Vida, como afirmó el Papa Francisco diciéndo: Yo recuerdo siempre el rostro de la religiosa que me enseñó el catecismo, siempre me viene a la mente [...] o bien el rostro del párroco, de otro sacerdote o de una religiosa, de un catequista, que nos ha transmitido el contenido de la fe y nos ha hecho crecer como cristianos... He aquí, esta es la Iglesia: una gran familia, en la cual uno es acogido, donde se aprende a vivir como creyentes y como discípulos del Señor Jesús (Papa Francisco)[44]. Cierto es que las personas que formamos la Iglesia somos pecadoras: nos podemos equivocar, podemos hacer daño a los demás, podemos escandalizar, podemos desviarnos del camino de Dios, podemos caer en las tentaciones del mundo, etc. Pero más cierto que eso es que el Espíritu de Dios guía a la Iglesia y la santifica, porque el poder de Dios es mayor que el del pecado.

Efectivamente, nosotros no estamos aislados y no somos cristianos a título individual, cada uno por su cuenta, no, nuestra identidad cristiana es pertenencia. Somos cristianos porque pertenecemos a la Iglesia. Es como un apellido: si el nombre es «soy cristiano», el apellido es «pertenezco a la Iglesia» (Papa Francisco)[44]. La Iglesia es una gran comunidad de hermanos, y no se puede entender el cristianismo sin ella. Al igual que no se puede entender el fútbol sin los equipos. O la construcción de un rascacielos sin un equipo de técnicos y obreros. ¿O acaso puede ganar un partido de fútbol uno contra once? ¿O puede una sola persona construir un rascacielos? La respuesta es no. De la misma forma... ¿Puede uno ser cristiano sin la Iglesia? La respuesta también es no: perderás contra el maligno porque vas tú solo contra un gigante, y no podrás edificar correctamente tu Fe, aunque al principio lo parezca. Ten en cuenta que, entre otras cosas, carecerás de muchos conocimientos y experiencias necesarios para ello. Conocimientos que, a lo largo de dos mil años de historia, la Iglesia ha reunido inspirada por el Espíritu: su tradición. Por eso, sin la Iglesia, serás como la casa edificada sobre arena: Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande (Mateo 7, 27). ¡Vive la Fe con el pueblo que Dios te ha regalado por amor!

¿Cómo es la Iglesia? “Esta es la única Iglesia de Cristo, de la que confesamos en el Credo que es una, santa, católica y apostólica”. Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre sí, indican rasgos esenciales de la Iglesia y de su misión. La Iglesia no los tiene por ella misma; es Cristo, quien, por el Espíritu Santo, da a la Iglesia el ser una, santa, católica y apostólica, y Él es también quien la llama a ejercitar cada una de estas cualidades (Catecismo 811). Veamos poco a poco cada uno de estos atributos, y en que nos influye a nosotros:

  • Una: La Iglesia es una porque uno es Dios, y una es la Fe que nos ha regalado. De hecho, todos los cristianos estamos llamados a la unidad, como indicó Jesucristo: Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno (Juan 17, 22). De hecho, uno de los pecados más graves que hay contra la Iglesia es el cisma o la separación, ya que es un antitestimonio del amor. Si es necesario corregir, Jesús nos enseñó cómo hacerlo, y no fue rompiendo la unidad de los cristianos. Por ello, algo que tienen en común los grupos cismáticos de la Iglesia es que posteriormente han tenido cismas dentro del propio cisma, pues si no mantienes la comunión con la Iglesia, no la podrás mantener luego tampoco.
  • Santa: La Iglesia, unida a Cristo, está santificada por Él; por Él y en Él, ella también ha sido hecha santificadora (Catecismo 824). Sin embargo, la Iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación y busca sin cesar la conversión y la renovación. Todos los miembros de la Iglesia, incluso sus ministros, deben reconocerse pecadores (Catecismo 827). Es decir, la Iglesia es Santa porque es de Dios, aunque esté llena de hombres pecadores.
  • Católica: Todos los hombres están invitados al Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para que así se cumpla el designio de Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió reunir a sus hijos dispersos [...] Este carácter de universalidad, que distingue al pueblo de Dios, es un don del mismo Señor. Gracias a este carácter, la Iglesia Católica tiende siempre y eficazmente a reunir a la humanidad entera con todos sus valores bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu (Lumen Gentium 13)[58]. Por eso la Iglesia es Católica, que significa universal.
  • Apostólica: La Iglesia es apostólica porque está fundada sobre los apóstoles (Catecismo 857). Además, para que la Iglesia continuara después de ellos, organizaron la jerarquía de la Iglesia que, con ligeras diferencias, hoy conocemos. Además transmitieron de forma ininterrumpida, con la imposición de manos, el don recibido por Dios. Y estos son los Obispos y Sacerdotes, que hoy en día nos presiden en nuestras asambleas litúrgicas.

Además, la Iglesia es peregrina en la tierra y espera la venida de su esposo: Cristo. Y junto a Él, también espera un cielo nuevo y una tierra nueva. Mientras, nosotros, intercedemos por los difuntos del purgatorio, y los Santos interceden por nosotros, para que ninguna de nuestras almas se pierda, sino que todas lleguen a la presencia del Padre. Realmente somos todos los hijos de Dios y miembros de una misma familia en Cristo (Catecismo 959).

El Catecismo de la Iglesia El Catecismo de la Iglesia Católica es una exposición completa de la doctrina de la Iglesia Católica, fundamentada en la Escritura, la Tradición y el Magisterio; cuyo objetivo es hacer accesible este depósito de Fe a todos los cristianos del mundo. Fruto del Concilio Vaticano II, este documento es la fuente más fiable de la doctrina de la Santa Iglesia, y un texto de referencia para realizar una catequesis renovada sobre la Fe. Es un documento que, por su importancia todos los católicos entre los cuales estamos tú y yo, deberíamos conocer. Prácticamente cualquier duda que tengas sobre la Fe la puedes encontrarse en el catecismo que, además al citar las Escrituras y el Magisterio, puede llevarte a otros documentos importantes de la Iglesia para profundizar sobre el tema. Pero... ¿Qué pasa si tienes dudas de cómo aplicar algo a tu caso concreto? No te preocupes... ¡Busca a un Sacerdote Santo que pueda ayudarte! Pues lo mejor de la Iglesia es que... ¡No recorres sólo el camino de la Vida!

Movimientos Eclesiales Los movimientos eclesiales son una gracia que el Espíritu Santo regala continuamente a la Santa Iglesia y, como tal, no debemos despreciarlos, sino acogerlos pese a todas las dificultades que puedan surgir. Recordad: No apaguéis el espíritu (1 Tesalonicenses 5, 19). También es cierto que cada persona debe tener un encuentro personal con Dios, y que este encuentro de Dios contigo se dará en el contexto de tu historia de Salvación concreta. De esta forma, aunque un movimiento sea para muchos realmente maravilloso, para ti puede no ser el adecuado. O al contrario. Porque Dios se encuentra de una forma diferente con cada uno de nosotros: de la mejor forma posible. Por ello, conviene también rechazar internamente los elitismos que puedan surgir en tu grupo o movimiento, porque no sois mejores que los demás, sólo diferentes. Pero eso sí, no rechaces nunca la invitación de conocer a Dios y el inmenso amor que te tiene.

Es cierto que no siempre es fácil integrar estos movimientos en la Iglesia, pudiendo resultar hasta incómodos en muchos momentos, pero esto no es un problema reciente, sino uno que siempre ha existido. Por ejemplo, en el caso de San Francisco fue muy incómodo, y para el Papa era muy difícil dar, finalmente, una forma canónica a una realidad que era mucho más grande que los reglamentos jurídicos. Para san Francisco era un grandísimo sacrificio dejarse encastrar en este esqueleto jurídico, pero, al final, nació una realidad que vive aún hoy y que vivirá en el futuro: da fuerza y nuevos elementos a la vida de la Iglesia (Benedicto XVI)[17]. Y de ello se encarga el Papa con la ayuda del “Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida”, que transmiten su aprobación o negación a cada uno de los movimientos, y los corrigen apropiadamente si lo necesitan. Por ello, si Dios te pone delante algún movimiento, considera con discernimiento la posibilidad de unirte, pues puede que Dios te espere en ese carisma concreto de la Iglesia... ¡Para mostrarte los prodigios de su amor!

Práctica Vivir en el seno de la Iglesia es fundamental, no solo por la ayuda que esto supone, sino también porque no se puede amar a quien no conoces, y en la Iglesia conoces a todo tipo de personas. En otras palabras, en la Iglesia tienes una oportunidad de oro para dejar que Cristo obre en ti el amor al prójimo y la comunión. En este aspecto, es mucho lo que nuestros obispos y sacerdotes puede enseñarnos, como es el caso de la carta pastoral “Hemos Conocido el Amor” de Juan Antonio Reig Pla, obispo de Alcalá de Henares, en el que se expone de forma clara gran parte del contenido de este curso, y muchas otras cosas realmente interesantes. Por ello, os invito a todos a leerla.

Leer la carta pastoral ”Hemos Conocido el Amor”

Conviene también, en la medida de lo posible, integrarse en nuestra parroquia participando activamente en alguno de los movimientos o grupos pastorales que ofrece, según el carisma que Dios nos haya concedido. Pero al hacer esto es importante tener claros nuestros límites humanos para no “quemarnos”, y que al final nos resulte contraproducente. Es decir, cada uno que haga en la medida de lo que le ha sido concedido.

Participar activamente en la parroquia

Comentarios

Agustín(03-05-2021)
Muy excelente. Ya lo leí una vez todo. Iba por la segunda y ya no se puede hacer la Lectio Divina porque ya no aparecen los cuadritos.
Disculpe las molestias, se trata de un fallo por nuestra parte que esperamos solucionar en breve.
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